Capítulo 6

325 29 49
                                    

~Sarah~

Los pasos del soldado a mi lado retumban en las paredes del corredor. No estoy segura de a dónde me están llevando.

El reflejo de los espejos que cubren las paredes del elevador, me horroriza. Una mujer desconocida me devuelve la mirada; mi cabello permanece alborotado y mis ropas cubiertas en suciedad, esconden el contorno de mi cuerpo, más delgado de lo normal. Sin embargo, lo que más me sorprende es mi mirada, que ha perdido su brillo, como cuando las estrellas se apagan luego de millones de años; fría y distante, como la de un cuerpo sin vida. Una estrella muerta.

El dedo del recluta atraviesa un holograma diferente al usual, y el cilindro metálico comienza a descender hacia el primer piso. «¿A dónde me están llevando?» pienso, atemorizada.

El sonido de las puertas de cristal deslizándose, interrumpe mis pensamientos. El soldado me empuja hacia adelante, y cuando soy capaz de vislumbrar el sitio que me rodea, las palpitaciones de mi corazón se aceleran. La luz solar se infiltra en los grandes ventanales que decoran las paredes de hormigón y mis ojos son forzados a cerrarse. «No puedo creerlo» pienso, «¿saldré al exterior?». Intento no esperanzarme; es ridículo que me liberen luego de todo este tiempo, pero no puedo evitar que las comisuras de mis labios se eleven.

El robusto cuerpo del soldado se coloca detrás de mí, y sus dedos presionan mis brazos con fuerza. Coloca una pulsera eléctrica alrededor mis muñecas, y unos lentes holográficos frente a mi vista; el resplandor del laser violáceo es tan cegador, que si abro los ojos, mis pupilas se quemarán al instante. Cuando aprieto los párpados, la oscuridad no me envuelve, sino que en mi mente aparece un recuerdo. Una escena completamente ajena.

Decenas de soldados, desfilan por un enorme prado. Encabezando la formación, un sargento desenmascarado da órdenes; su calva cabeza refleja la luz solar. Se detiene, y con él, el resto de los uniformados. Sus ojos resplandecen con ferocidad, y una sonrisa perversa se dibuja ensu boca.

El hombre separa los labios para hablar, pero unas pisadas lo interrumpen. Un pequeño niño corre hacia el señor.

—¡Mira esto! —exclama con felicidad.

En el momento en que el señor posa su mirada sobre el niño, su rostro se desfigura en una mueca de furia.

Las manos que sostienen mis brazos me sueltan, y el recuerdo se evapora, para ser reemplazado por la oscuridad. «¿Qué ha sido eso?» me pregunto, intentando encontrarle una explicación lógica a lo que acaba de suceder. «El cansancio y falta de comida te están haciendo alucinar» me aseguro.

Mis pies descalzos se ponen en contacto con la hierba; me encuentro en el exterior. La calidez de los rayos del Sol se siente como un abrazo; un abrazo que nunca volveré a tener, porque mi familia es como un recuerdo distante, borroso, irreal. La feroz brisa agita mi cabello y un escalofrío recorre mi espalda. El aire fresco se infiltra en mis pulmones, intentando abarcar la mayor cantidad de espacio posible. Es como una droga; no puedo dejar de respirar.

—¿Este es el sujeto número veintidós?

«22. El número de mi celda. El número tallado en la puerta metálica» pienso.

—Sí, señor.

Unas manos bruscas se posan sobre mi cintura y los músculos de mi espalda se tensan. Las plantas de mis pies son levantadas del suelo, como si fuese un insignificante objeto que pueden manipular. Mi cuerpo es apoyado sobre una superficie de cuero; un asiento. Las puntas de mis pies apenas alcanzan el suelo, y me deslizo hacia abajo para apoyar la totalidad de mis suelas, para detener mi tambaleo.

El sonido de las olas me recuerda a los tiempos lejanos en los que las carcajadas se apoderaban de nuestros cuerpos, y el olor a agua salada invadía nuestras fosas nasales. Extrañaba la naturaleza, el océano, la brisa, el Sol. Cada aspecto que antes era normal, ahora parece desconocido.

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora