Capítulo 44

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~26 de Octubre~


3:37 AM

El suceso de hoy continúa pareciendo irreal en mi mente. En este instante, posterior a un día tan confuso que no sé cómo explicarlo, Akira mantiene su mirada fija en el techo. No me importa que el dolor atormente mi cuerpo como si clavaran miles de agujas en mi piel, ni que el agotamiento sea tan intenso que apenas pueda mantenerme despierta; necesito escribir esto. El hábito del diario se ha convertido en algo tan usual, que ahora ni siquiera me detengo a pensarlo; todo lo sucedido fluye como si tuviera su propia corriente.

Eran las 11:24 P.M cuando el alboroto comenzó. Los pasos detrás de la puerta. Miles de soldados corrían tan apresurados que el retumbo de sus pies contra el suelo, se asemejaba a las pisadas de un elefante. Estaba completamente segura de una cosa: lo que estaba sucediendo no podía ser algo bueno.

A esto se le sumaron los bramidos. Órdenes. El eco de sus voces penetró las paredes, provocando que las vibraciones se apoderen de la maldita celda., manteniéndome despierta. Luego de tanto tiempo habiendo estado ahogada en el silencio, el bullicio me desconcertó.

Enrollaba y desenrollaba un mechón de cabello sin parar, preguntándome si sería el día en que mi visión se hiciera realidad.

Mi único deseo en ese momento, era acabar con cada uno de los soldados. Observar sus cuerpos inmóviles. Ser libre.

El escándalo continuó durante minutos. Le pregunté a Akira que creía que estaba sucediendo, pero lo único que hizo fue negar con la cabeza. Mis dedos tamborileaban sobre mis piernas, expectante a que suceda algo. Cualquier cosa.

11:32 La intensidad de los gritos se agravó, y junto con ellos el pitido de las sirenas. Cada sonido que retumbaba contra las paredes tensaba mi cuerpo, poniéndome alerta. Mi mirada no podía despegarse de la puerta metálica, esperando que la plataforma se abra de par en par.

11:35, lo que tanto esperaba se hizo realidad.

La puerta se estampó contra la pared y sin su protección, el alboroto irrumpió en la habitación, apoderándose del pacífico silencio. Uno de los asquerosos clones que corrían por los pasillos, se adentró en mi celda, y se aproximó a nosotras en dos grandes zancadas.

Por más que su tono fuera agresivo, yo no sucumbí ante sus ordenes. Al notar mi resistencia, el hombre se aferró a mi muñeca con violencia, y para ahorrarme una lesión, decidí hacerle caso. Me puse de pie, encaminándome hacia el exterior, pero el repugnante soldado me detuvo a medio camino. A diferencia de lo que yo había supuesto, no querían llevarme a la sala de tortura.

En el momento en que Idiota número dos e Idiota número tres entraron en el diminuto calabozo, y me dijeron lo que tenía que hacer, la pereza y el odio se apoderaron de mi. No iba a tener una visión tan sólo porque a ellos se les ocurriera.

"Necesitamos que nos digas exactamente lo que pasará en los próximos cinco minutos" me exigieron, mientras me obligaban a ponerme de rodillas en el suelo. «¿Por qué tenían que humillarme de esa manera?» pensé, mientras contenía mis ganas de escupirles en la cara.

Son completamente idiotas. Siguen sin comprender que los fragmentos del futuro no aparecen a voluntad propia. Y por eso me torturaron.

Luego de diez minutos de dolor, las imágenes aparecieron. La jaqueca provocada por las visiones era peor que el suplicio efectuado por los guardias. Cada imagen era un borrón, un código que debía descifrar. Y, con tanto esfuerzo que el sudor escapaba de los poros de mis piel, logré fijarme en una visión. Algo tan momentáneo e insignificante que apenas podía ser etiquetado como tal.

Una nave estallando y cayendo del aire, perdiéndose en los bosques de una isla, mientrasque humo y trozos de cristal contaminaban el ambiente.

Recuerdo que se esfumó tan rápido como vino a mi mente, dejando un rastro de incertidumbre en mi interior. Lo primero que se me ocurrió, vete a saber por qué, fue una guerra civil. Si los soldados estaban luchando entre ellos, podría utilizarlo a mi favor; sería una distracción que beneficiaría el plan que estaba ideando.

Recibí un empujón por parte de los clones y, como la puerta que retenía las visiones se encontraba abierta de par en par, otra surgió en mi mente.

Uno de los soldados, curiosamente desenmascarado y sin el uniforme que solían utilizar, corría por el medio de la jungla junto a otros jóvenes. Todos estaban extrañamente sucios y fatigados. Pero antes de que pudiera comprender la escena que se estaba desarrollando ante mis ojos, un sollozo de Akira me devolvió a la realidad.

Me costó unos segundos adaptarme a la luz. La chica con la que compartía celda, mantenía los ojos cerrados con fuerza, como si no quisiera ver los golpes que me estaban atizando los inútiles soldados, tan sólo por no develar la información de lo que había visto. No pensaba ayudarlos en nada. Yo no formaba parte de su equipo y nunca jamás lo haría. Antes prefiero morir desangrada.

Cuando los párpados de Akira por fin se abrieron, reflejaron una emoción que no podía identificar. Sus sollozos fueron reemplazados por gritos que perforaban mis oídos. Nunca la había oído elevar el tono.

Las agresiones no terminaron hasta que ella se interpuso en el camino. Hasta que mi mejilla se estampó contra el gélido y sucio suelo. Hasta que el sabor metálico de la sangre, llenó mis papilas gustativas. No recuerdo cómo terminó, pero sí cómo me defendió. Cómo les decía que paren, cómo coloco sus manos sobre los hombros del clon, empujándolo, y cómo me suplicaba que devele la información. Pero nada iba a cambiar mi decisión y nada la cambiaría nunca. 

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora