Capítulo 37

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~26 de Agosto~

8:37 P.M

Estoy harta. Cansada. Mis brazos no aguantan más; hace apenas quince minutos, quitaron las correas de mis sangrientas muñecas. Ha pasado tanto tiempo desde la primera vez que me torturaron, que incluso mis nervios han dejado de procesar el dolor.

Akira me observó desde su cama, confundida, y no la juzgo. Debo parecer un monstruo; cada dos semanas, retorno a la celda gritando, y cubierta de sangre. Además, parezco un esqueleto. Mi garganta regurgita el alimento como si fuera veneno, y las costillas sobresalen de mi abdomen. No puedo ingerir la comida que ellos han tocado; me da asco.

Hoy tuve la visión más prolongada de todas. Y ellos la vieron. Espiaron mi mente. Sus máquinas transformaron mi cerebro en un libro abierto. Expuesto al público. Los odio. Cada uno de sus idénticos rostros me repugna.

La escena que se reprodujo en mi mente y en sus pantallas, continúa perturbándome. Y necesito anotarla; de lo contrario, la olvidaré.

De ahora en más, escribiré cada una de esas "alucinaciones" (que, por cierto, sé que son reales) con lujo de detalles. Entonces,

Visión del 26/8.

La luz del atardecer bañaba el largo césped, y el agua de una piscina podrida se agitaba con el viento. El alambrado, cubierto de tablas de madera y cartones, cercaba un pequeño patio. Pájaros brincaban sobre las ramas de los árboles, cantando sin cesar.

Una hermosa mujer de cabello cobrizo extremadamente furiosa. Un chico con semblante sorprendido y aterrado. Un incendio. Llamas. Miedo. Una pared de hielo. Un niño y una niña, llorando.

El joven asustado cayó al suelo, y colocó las manos delante de su rostro para protegerse. Un segundo chico se interpuso entre ambos, intentando calmar a la desquiciada mujer, pero empeorándolo aún más. El fuego surgió del aire, formando un torrente anaranjado que parecía querer consumirlo.

—Por favor, ¡detente! —gritó el hombre que estaba siendo atacado.

—¡Es todo tu culpa! —respondió la mujer, mientras una oleada de llamas recorrían sus mejillas.

—Juro que no lo sabía —sollozó.

—¡¿Y eso que importa?! —gritó con voz ronca—. Fue tu culpa. Tu culpa. 

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora