Capítulo 40

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~Nicholas~

No puedo creer que tengo que caminar de vuelta. Es un abuso.

Durante estos últimos días, mi estómago se ha abastecido tan sólo a base de sapo, y frutos con sabor a estiércol. ¿Y la frutilla del postre? Tengo que aguantar los besuqueos de Alexander y Sarah.

No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado desde que nos separamos de Stephanie y Philip, pero tengo algo en claro: la vida de jungla no es para mí. Estoy harto de los insectos, de la vegetación, y especialmente de la falta de tecnología; no encuentro un sitio con la suficiente sombra para proyectar mi holograma, y ya me estoy desesperando.

—¿A dónde estamos yendo? —pregunto, mientras jugueteo con una rama.

Alex me observa irritado.

—Es la décima vez que te lo decimos Nick. Estamos siguiendo el río. ¿Acaso tienes algún problema con tu audición?

—¿Acaso tienes algún problema con tus manos? Digo, porque no parecen poder despegarse de Sarah —respondo.

Las comisuras de los labios de la joven se alzan, y lleva una mano a su collar, mientras aparta los helechos que obstruyen nuestro camino. Desde que nos dividimos, su humor ha mejorado considerablemente. Ni siquiera parece preocuparse por el traidor, porque no tiene duda alguna de que es Philip quien trabaja para Neumann. Todavía parece irreal; nos estaban apuñalando por la espalda.

—¿Oyen eso? —Sarah detiene su camino.

Tal vez Alex tenía razón sobre mi audición, porque no escucho nada.

—No sé si tienes un oído biónico, pero...

—Nicholas, voy a coserte los labios si no cierras el pico. En serio, ¿nunca te enseñaron a callarte? —exclama Alex.

—Estamos cerca del mar —anuncia la joven—. Síganme.

La idea de visitar la playa y revolcarme en la arena me produce tal excitación, que una enorme sonrisa se dibuja en mis labios, y apresuro el paso hasta que diviso el paisaje frente a mis ojos.

Las olas rompen contra la orilla con ferocidad y el aroma del agua salada se infiltra en mis fosas nasales, rejuveneciendo mi interior. Corro hacia el mar y con cada paso que doy, la arena se infiltra en mis zapatos. «Arena de mierda» pienso.

Mientras doy brincos para avanzar con mayor rapidez, me deshago de mi calzado, y en el momento en que mis pies descalzos se ponen en contacto con el suelo, suelto un gritito de dolor. De todos mis veranos en las costas del Océano Nubilum, no he aprendido absolutamente nada; la temperatura de la superficie es tan elevada, que se siente como si estuviera parado sobre fuego. Corro a toda velocidad hacia un sitio de sombra, y cuando las suelas de mis pies se ponen en contacto con la arena fría, una sensación de alivio me recorre.

«Por fin algo de diversión». Estiro las manos y formo una especie de palanca con mis dedos, mientras los introduzco en el polvo blanquecino. Con esfuerzo, cavo un pequeño pozo, y con la húmeda arena que extraigo, formo una enorme montaña. Cuando termino de colocar el último caracola sobre mi creación, oigo una carcajada en la cercanía. Ruedo los ojos, al ver que se trata del idiota de Alex.

—Tú no maduras más.

—Madurar es para frutas —respondo con una sonrisa.

Continúo construyendo mi obra maestra, pero el joven se aproxima con pasos pesados, y salta sobre mi castillo de arena, derrumbándolo. Hace caso omiso a mis múltiples insultos, y sigue avanzando como si nada hubiese sucedido.

Honey, ¿crees que podríamos...?

Honey, mira mis abdominales —lo imito con voz grave, levantando la remera.

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora