Capítulo 21

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~Nicholas~

Han pasado dos días desde el entrenamiento. Dos días en los que, nuevamente, soy el sirviente de Phil; tengo mis sospechas de si tan sólo lo hace para que le llevemos la comida a la cama.

—Nick, ¡está la comida! —grita Steph.

Me incorporo del sofá y arrastro los pies hacia la cocina. ¿Por qué siempre debo ser yo quien asiste a Philip? ¿Por qué no lo hace Alex? Me detengo frente a la puerta entreabierta; a través de la abertura veo a la joven frente al horno. Olfateo el aroma a huevos revueltos, y me adentro en la habitación.

—¿Hay para todos? —pregunto ansioso.

—No, estos son para Phil. Para nosotros hay ensalada de tomate.

—Eso no es justo —protesto—. ¿Por qué él puede comer comida de verdad y yo no?

—Cuando tu corazón se detenga y estés al borde de morir, te haré huevos revueltos. Por ahora tenemos que comer saludable, si pretendemos correr cuando escapemos.

—¿Correr? —pregunto enarcando una ceja.

—Claro, ¿sino como piensas escapar?

—No lo sé, alguna nave que nos rescate, o...

—Bueno, llevale esto a Philip —me interrumpe.

—Entiendo que no te agrade, pero tampoco puedes interrumpirme así.

Me golpea suavemente con la cuchara de madera.

—Prométeme que no te lo comerás. —Me entrega un plato repleto de unos deliciosos huevos revueltos.

—Bueno, te lo prometoo —digo alargando las palabras.

—En serio.

Me volteo, camino hacia la puerta del dormitorio, y entro sin golpear.

—La comida —anuncio.

—Sabes, no hace falta que me lo traigan aquí. Puedo caminar —responde.

Una arrugada remera gris cubre el cuerpo de Philip, y sus ojos centellean bajo la blanquecina luz que alumbra el dormitorio.

—Ya sabes como se pone Stephanie. Si quieres colaborar, dame uno de tus huevos.

—Espero que te refieras a la comida —bromea.

Suelto una carcajada y apoyo el plato sobre su regazo. Giro sobre mis talones, amagando a irme.

—Espera, quédate un momento —Me pide—. No he tenido tiempo de hablar con nadie.

Suelto un suspiro casi inaudible. De todas maneras, decido acompañar a Philip; debe ser mejor que mirar el techo.

—Claro, espera un segundo. Si no orino ahora mismo explotaré —replico, mientras me adentro en el baño.

La única puerta que se encuentra abierta es la de mi dormitorio. El desorden del sitio en el que duermo me sorprende; la cama se encuentra destendida, la ropa tirada en el suelo, y platos de comida descansan sobre la mesa de luz. Rodeo el picaporte de metal con los dedos, y tiro hacia atrás. La placa de madera se cierra, impidiendo que Alex y Philip se percaten de que vivo en un basurero.

Volteo, y mi reflejo me devuelve la mirada. Las marcas que el fuego ha dejado en mi rostro son apenas notorias; lo que antes eran quemaduras profundas, ahora tan sólo son cicatrices blanquecinas que parecen formar una red sobre mi oscura piel. Mi conocimiento de medicina no es muy amplio, pero supongo que no es normal que una herida de tal gravedad se cure tan rápida y eficazmente.

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora