~Stephanie~
Al abrir los párpados, la jaqueca se hace presente; su intensidad es tal, que provoca que mis sienes palpiten, generándome un padecimiento constante. Hago caso omiso al dolor que taladra mi cabeza, y enfoco mi vista para poder distinguir mis alrededores. La sequedad de mi garganta es tan intensa que se siente como si estuvieran clavando miles de espinas en ella, y por más que intente tragar saliva, es imposible. Giro mi cabeza hacia un costado, y mi contracturado cuello me responde con una punzada. A mi derecha, Alex y Nick descansan con sus cabezas apoyadas sobre una roca. Una pequeña manta cubre sus cuerpos, y ambos patean en sueños para quedarse con el edredón.
En medio de nosotros, Philip yace recostado sobre el suelo, en una postura idéntica a la mía. La palidez de su piel contrasta con los oscuros moretones que cubren su cuerpo. Su pecho sube y baja con constancia, y la lentitud de sus respiraciones relaja las arrugas de su rostro, haciéndolo parecer en paz.
Poso mis manos sobre el áspero suelo de piedra, e intento incorporarme, pero el dolor abdominal me lo impide, y un quejido escapa de mis labios. Por un segundo, había logrado olvidar el daño que los guardias me hicieron. Aplaco la ira generada por el recuerdo, y levanto el cuello de mi remera para observar la herida, pero lo único que puedo distinguir es un conjunto de vendas cubiertas de sangre.
Mi segundo intento de incorporarme fracasa nuevamente, y otro gemido es emitido por mi garganta. En ese momento, oigo unas pisadas, y una mujer se acuclilla a mi lado.
—Steph, por fin —Sarah suelta un suspiro—. ¿Cómo estás? ¿Te duele mucho?
—Estoy bien —miento. No necesito que se compadezcan de mí—. ¿Dónde estamos?
—N-no sabemos. Nos hemos refugiado en una cueva. —La dulzura de su voz me sorprende.
—Creo que mi herida está mejor... Ya no me duele tanto.
—Te he cambiado las vendas mientras dormías. La sangre no paraba de brotar; nos turnamos para revisarte.
Insipiro profundamente y muerdo las uñas de mi mano derecha. Eso significa que me vieron sin remera. Alex. Phil. Nick. Incrusto los dientes en mi labio inferior con tal fuerza, que dejo profundas marcas en ellos, y la sangre mana de las aberturas de mi piel. Bajo la mirada, y la impotencia me invade. Odio esto. Ya no lo soporto. Sé que lo hicieron para salvarme, pero no puedo evitarlo. El sentimiento siempre estará presente, porque olvidar es imposible.
Sarah cierra los ojos y toma una bocanada de aire antes de hablar.
—Sientes menos dolor porque... te dimos la mitad de los análgesicos que teníamos.
Sé lo que eso significa, y me aterra. Por más que ahora el dolor ahora apenas sea perceptible, en unos días el el padecimiento será infernal. Pero no puedo enojarme con ellos, porque por lo menos hicieron algo para ayudarme.
—Gracias. En serio. Podrían haberme dejado allí, pero no lo hicieron —digo, sin atreverme a mirarla a los ojos.
—Deja de suponer que no nos importas.
Asiento con la cabeza, y aprieto las manos en puños. No tendríamos que estar viviendo esto. Estoy harta, y la venganza me sacude como nunca antes; si me cruzo a Neumann, lo destriparé.
—¿Me ayudas a incorporarme? —Me siento una inútil pidiendo ayuda para algo tan simple, pero se me hace imposible hacerlo por mi misma.
Sarah posa una mano en mi espalda y endereza mi torso con lentitud. Sus dedos se aferran a los míos, y apoyo mi peso sobre su cuerpo para ponerme de pie; el dolor oscurece mi vista, y el vómito amenaza con escapar de mi garganta, pero logro vencerlo. Con la asistencia de la mujer, camino unos pasos hacia la roca más cercana, y me siento sobre ella.
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Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)
Bilim KurguSu mayor deseo se convirtió en su peor pesadilla. La oportunidad de salvar sus vidas las ha arruinado por completo. El mundo se encuentra dividido: un Imperio liderado por un hombre perverso, y una Nación hecha estragos a causa de un virus que arr...