~Stephanie~
El dolor penetra mi cuerpo con tanta intensidad que se siente como si mi abdomen fuera apuñalado una y otra vez. Las heridas de mis muñecas, causadas por las correas que me sostenían, me recuerdan a los moretones que las fuertes manos de mi padre me dejaban. La camilla y las vendas me remontan al tiempo que estuve en el hospital. A mis peores pesadillas. A las noches de pavor. Pero esto es diferente; ahora tengo a gente que me apoya, que me cuida.
Phil se ha dormido a un lado de la cama, y me entretengo observando como las rubias pestañas acarician sus mejillas. Mechones de cabello han caído sobre su frente, hasta cubrir sus ojos. Su mano se encuentra apoyada sobre la mía, y su gélido tacto provoca que un escalofrío recorra mi espalda.
Los músculos de mi cuerpo han estado en la misma posición por tanto tiempo que se han contracturado; intento moverme unos centímetros, pero sólo logro emitir un gemido de dolor. El joven separa los párpados ante el sonido, y me observa somnoliento.
—¿Estás bien? —El azul de sus ojos se asemeja a dos océanos nocturnos, y las facciones angulosas de su rostro producen un baile de sombras.
—S-sí —respondo luego de unos segundos—. Estaba yendo a la sala.
—No puedes moverte. —Me recrimina—. Debes hacer reposo
Sonrío débilmente.
—Estoy mejor. No sé que me hicieron, pero la herida está sanando más rápido de lo normal.
—De todas maneras, debemos cambiar la venda para que no se infecte.
Bajo la mirada, evitando cruzarme con sus ojos.
—S-sí. Ayúdame a ir al baño..
Phil posa un brazo en mi espalda y me ayuda a incorporarme. Una punzada penetrante me sacude cuando flexiono mis músculos para levantarme. El dolor de mi herida es más fuerte de lo que nunca antes he experimentado; cada punzada se siente como si estuvieran retorciendo mis intestinos. Me aferro a los brazos de Phil y suelto un gemido.
—¿Todo bien? —Se detiene.
Asiento con la cabeza levemente. Apoyo el peso de mi cuerpo en el suyo y nos encaminamos hacia el baño. El esfuerzo que me conlleva a adelantar un pie por encima del otro es abrumador; el sudor humedece mi piel y puedo sentir el calor que desprende mi cuerpo.
Phil rodea la manija de la puerta con sus dedos y la abre. Con un último esfuerzo, doy dos pasos y me encierro en el cuarto de baño. Apoyo la espalda contra la fría pared y exhalo el aire que estaba conteniendo, mientras gozo de la gelidez que mi cuerpo anhela.
Es entonces cuando un torbellino de pensamientos nublan mi vista, y la vergüenza se introduce en mi interior como una lapa. Si me cambian las vendas tendré que quitarme la remera. Cuando me bañe probablemente necesitaré ayuda, y no la quiero. No quiero que vean mi cuerpo. No quiero que vean las cicatrices. Un nudo se forma en mi garganta. No estoy preparada para las preguntas de Sarah.
Odio esto. Siento que siempre lo tendré conmigo. Que siempre será parte de mi. Odio esas horribles cicatrices. Odio odiar mi cuerpo. Odio que me avergüence de ello. Pero lo que más odio es que no sé si seré capaz de quererme a mí misma algún día. Y todo por su culpa. Todo por culpa de mi padre.
Me desvisto con lentitud, para no hacer ningún movimiento que pueda lastimarme. En el reflejo del cristal diviso a una mujer desconocida; la ropa interior que cubre mi cuerpo y las vendas que rodean mi estómago, no son suficientes prendas para ocultar las horribles cicatrices que marcan mi piel. Nunca se irán. Siempre estarán ahí, acechándome, recordándome todo lo que ha sucedido.
ESTÁS LEYENDO
Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)
Ciencia FicciónSu mayor deseo se convirtió en su peor pesadilla. La oportunidad de salvar sus vidas las ha arruinado por completo. El mundo se encuentra dividido: un Imperio liderado por un hombre perverso, y una Nación hecha estragos a causa de un virus que arr...