Capítulo 41

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~Philip~

La luz del amanecer atraviesa mis párpados, impidiéndome conciliar el sueño. Me retuerzo, y cubro mis ojos con el antebrazo, en un intento de bloquear los rayos del Sol que se infiltran por los pequeños huecos de las copas de los árboles.

Han pasado dos semanas. Catorce días desde que Sarah, Alex y Nick nos abandonaron. Me abandonaron. Porque no confían en mí. Porque piensan que soy el traidor. Porque creen que yo tengo algo que ver con todo esto.

Dos semanas en las que Stephanie ha tratado de actuar normal. Pero ella es diferente, porque me creyó. Fue la única en el grupo a la que no le importó que el hombre de mis recuerdos sea Neumann. La única que confió en mí. Pero incluso he arruinado todo con esa persona.

El joven no estaba destinado a estar rodeado de gente. Porque la vida le había demostrado una y otra vez, que su destino era estar solo. Y cuando intentaba desafiar la trayectoria que debía seguir, cuando intentaba vencer a la soledad, la gente que lo rodeaba salía lastimada.

Bostezo sonoramente mientras estiro los brazos, y las raíces del árbol en el que me encuentro recostado raspan mi espalda.

—Por fin te despertaste. Estoy esperando hace horas —exclama la mujer a mi lado, y se voltea.

Mechones de cabello rojizo cubren sus hombros, y sus ojos verdes parecen aún más claros bajo la luz del Sol.

Entrecierro los párpados, sorprendido ante sus palabras.

—Me despertó el Sol. Los árboles que elegimos de refugio no sirven para nada. ¿Que hacías despierta? —Intento fingir que nada ha sucedido.

—Me gusta dibujar la naturaleza —responde, y me percato del lienzo electrónico que se posa en sus manos.

—No sabía que dibujabas tan bien —digo, sin poder despegar la mirada de la hermosa combinación de colores que se proyecta en el cristal.

—Gracias. —Se encoge de hombros, y continúa agregando detalles a su obra de arte.

Coloco mis manos sobre la húmeda tierra, y enderezo el torso, apoyándome contra el áspero tronco del árbol. Poso mis ojos en los de Steph, y los deslizo hacia abajo hasta llegar a su abdomen. La sangre y el sudor han humedecido la holgada remera blanca que cubre su cuerpo.

—Steph... tu herida se infectará en cualquier momento. Debemos cambiar el vendaje antes de que sea demasiado tarde.

La joven apoya el lienzo sobre la hierba, y su mirada se fija en mí.

—Lo sé. —Apoya una mano sobre su estómago, y acaricia la zona con los dedos—. Pásame la mochila.

Giro mi cuerpo, y rodeo uno de los extremos del conjunto de sábanas con los dedos. Alzo el liviano objeto con delicadeza, y lo poso sobre las manos de Stephanie. La joven esquiva mi mirada, escondiendo su rostro detrás del cabello. Su incomodidad es casi tangible. No quiere que la mire. No quiere que la ayude. Pero me siento un inepto quedándome quieto.

—¿Te ayudo? —exclamo de todas maneras.

Duda unos instantes antes de responder que no. «Eres un inútil». Me da la espalda, y continúa intentando cambiar el vendaje por su cuenta. Unos segundos después oigo el impacto de un objeto contra el suelo, seguido de una maldición.

—Phil. —Su voz es delicada.

Asiento con la cabeza. El pánico que refleja su mirada provoca que sus iris verdes resplandezcan con intensidad.

La joven apoya su espalda sobre una piedra, y alza la remera que cubre su cuerpo con dedos temblorosos. Me arrastro hacia ella, y con suma delicadeza, tomo el extremo del vendaje con mi dedo indice y pulgar. Desenrollo la tela con lentitud, hasta que esta se despega de su herida, revelando unas costuras tan carbonizadas que apenas logran amarrar los ambos lados de su piel. A pesar de que la sangre ya no brota de la herida semiabierta, la lesión se encuentra infectada, y si no la curamos pronto, ella también morirá. «Como toda la gente que quieres».

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora