Capítulo 3

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~Nicholas~

Me siento un personaje de película encerrado en una torre. Ojalá tuviera un hada madrina, o un carruaje, pero lo único en lo que coincido con Cenicienta, es mi amigo el ratón, quién me hace compañía.

Han pasado dos meses desde la última vez que vi la luz del Sol, y todavía no sé por qué estoy aquí. La única información que tengo, es que pasé de ser uno de los elegidos para ser vacunados, a un miserable prisionero.

Extiendo mi brazo, y el tatuaje que marca la cara interior de mi muñeca brilla bajo la luz de la celda; si escapo de aquí, esas oscuras líneas negras nunca me permitirán olvidar esta situación.

Arrebato la bandeja de las manos del soldado con desesperación, ansioso por devorar esa comida repugnante. Ojalá me trajeran hamburguesas o helado; sueño con ello todas las noches.

—Vamos, cámbiate rápido —dice, mientras estira su brazo para que le entregue la ropa sucia.

—¿Cuál es el apuro? —respondo con tranquilidad.

—Desnúdate y no me hagas perder el tiempo —dice con un tono de impaciencia.

—Voltéate así no te excitas —bromeo—. Me he dado cuenta que los guardias se ponen muy raros conmigo...

—No estoy de humor, cámbiate si quieres comer.

Me quito la ropa sucia, sin dudarlo ni un segundo. El soldado me entrega prendas nuevas, y cuando termino de cubrir mi hermoso cuerpo, comienzo a ingerir la asquerosa sustancia con rapidez.

—Entrega la bandeja.

—¿No hay más? —pregunto esperanzado.

Intentando ocultar mi decepción, poso la fuente sobre sus manos.

Cuando se voltea, cubro mi cuerpo con las sábanas, y acaricio la pequeña cabeza del ratón a mi lado.

De repente, se oye un estrepitoso sonido, que impide que logre conciliar el sueño. Separo los párpados con lentitud, y ladeo la cabeza, intentando distinguir lo que sucede a mi alrededor. La puerta metálica está completamente abierta, y la vajilla que contenía mi desayuno permanece hecha trizas en el suelo. Las sábanas pesan una tonelada y me aprisionan contra el sucio colchón. Bajo la cabeza, y en el momento en que mi mirada se posa en mis manos, o más bien, las extrañas garras que han suplantado a mis dedos, suelto un chillido. Con un máximo esfuerzo, me incorporo.

Lentamente, mis zarpas se van convirtiendo en manos humanas, y soy nuevamente Nicholas, en cuatro patas, una posición que podría provocar al guardia aún más. Al cabo de unos segundos, siento un pinchazo en el cuello; el soldado se encuentra de pie en la abertura de la puerta, apuntándome con un arma. Detrás de él, un hombre calvo me observa con detenimiento. Pierdo el control de mi cuerpo y caigo al suelo, inconsciente.


Nota de los autores: ¡Tranquilos que si les está pareciendo muy introductorio es porque es el principio! Después mejora ♥️.  ¡Comenten así nos divertimos leyendo que les parece este capítulo!🥰

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora