Capítulo 20

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~Alexander~

Siento como la cápsula de cristal comienza a debilitarse; luego de una eternidad, mi cabeza se libera. Mis pulmones inhalan la mayor cantidad de aire que pueden reunir, y el oxígeno se siente como si miles de cuchillos se incrustaran en mi pecho. El hielo que me petrifica se desvanece con lentitud; la escarcha que junta mis párpados se derrite, y puedo abrir los ojos. Inhalo nuevamente, y el dolor provocado por el frío contra mi piel se hace presente.

Dirijo mi mirada hacia el centro de la sala. Allí, una tormenta de llamaradas rodea a Philip, y apenas puedo ver un atisbo de su cuerpo a través del fuego; yace tendido sobre el suelo de madera. Un charco de sangre se extiende alrededor de su cabeza; el color pálido de su piel se asemeja al de un muerto.

Sigo la nube de llamaradas con la mirada, hasta que distingo a Stephanie en medio de esta. Se encuentra de rodillas frente a Philip. Su garganta suelta alaridos mientras látigos de fuego se desprenden de su pecho y dedos, dirigidos hacia el chico inconsciente. Aunque las llamas están cerca mío, no parecen irradiar calor. Es como si solo lo afectaran a él.

"Detente Stephanie. Ya está. Nos salvaste".

—No puedo —Su voz parece vibrar—. ¡¡No puedo detenerlo, no sé cómo hacerlo!! —grita descontrolada, mientras los sollozos escapan de su garganta.

Mis músculos se tensan, y cierro los ojos, concentrando todas mis fuerzas en ellos. La superficie helada que me encapsula se craquela. Empujo con más y más fuerza hasta que las grietas recorren la totalidad del hielo. Me sacudo violentamente, y las aberturas se ensanchan hasta que esquirlas de cristal caen al suelo. Logro liberar mis brazos, y con ellos golpeo las ataduras restantes hasta que la sangre brota de mis nudillos. Termino de destrozar todo el hielo que me sostiene, y me abalanzo sobre Sarah. Arranco el material que la rodea, la tomo por las axilas y la levanto. Su cuerpo se estremece bruscamente, y froto sus brazos, intentando brindarle un calor inexistente.

—A-alex. ¿Qué sucede? —Su voz suena afónica.

—Philip nos congeló. Y ahora Stephanie está incendiándolo —respondo secamente. No hay tiempo.

—Pe-pero ¿cómo?

—No lo sé. Tú ayuda a Nicholas, o lo que sea que se haya convertido —digo apresuradamente.

Echo a correr hacia el corazón del fenómeno, pero a medio camino me doy cuenta de que no tengo un plan. «Agua». Corro hacia la cocina y comienzo a llenar un balde con el líquido. Debo apresurarme.

Vuelvo a la sala y con cada paso que doy, el frío que recorre mi cuerpo disminuye; el entumecimiento está abandonando mis extremidades. Me aproximo lo más posible a Stephanie, hasta que las llamaradas amenazan con consumir mi rostro, y arrojo el agua hacia el centro de su pecho con brusquedad. El fuego a mi alrededor se atenúa, y los lazos que surgen del interior de Stephanie se extinguen. Las comisuras de mis labios se alzan, y suelto un suspiro de alivio. Me vuelvo para ayudar a Sarah, pero un grito profana el silencio.

Giro mi cuello enérgicamente y mis ojos se posan en el devastador incendio que amenaza con carbonizar el sitio. Las llamaradas son aún más intensas que antes, y si no hacemos algo para detenerlas, acabarán con nosotros. El calor abrasador del fuego atiborra la vivienda, y ha reemplazado a la frialdad del sitio. Los escasos restos de hielo se han fundido hasta gasificarse; el vapor del agua y el humo se combinan, provocando que el aire se haga cada vez más denso, y es tan abrumador que respirar es sofocante.

Me queda una única opción; debo frenar a Stephanie, de la manera que sea. Y la más rápida es noquearla. Me encamino hacia la cocina nuevamente, y agarro lo primero que encuentro: una botella de vidrio repleta de agua.

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora