~Stephanie~
El apoyabrazos del sillón contra mi espalda lastima mi columna vertebral, pero no me importa. No voy a ir a mi dormitorio, donde Sarah me observa sin privacidad alguna. La soledad es una droga a la cual me he vuelto adicta, y no soporto la compañía.
Mi mirada vaga por el sitio sin fijarse en nada, y mi dedo enrolla un mechón de cabello monótonamente. Quiero llorar, quiero gritar, pero sé que están despiertos, y no voy a dejar que me oigan.
Miro los números azulados que indican la hora: 4:22 A.M. Hace meses que no distingo el día de la noche, que no puedo fijar mis ojos en el cielo para reconocerlos. Cada vez que el reloj marcaba las diez de la noche, solía aterrorizarme, pero ahora es diferente; el hábito se ha perdido por completo y el terror se ha convertido en angustia, en ansiedad y tortura, pero esta no es ejercida por los soldados, ni por mi padre. Es un sufrimiento interno, que no puedo controlar, que no puedo aplacar, que me consume lentamente. Que acabará conmigo.
La voz de mi conciencia ha sido mi única compañía durante tanto tiempo, que ya me he acostumbrado su presencia inadvertida, constante. «Tienen habilidades extraordinarias». Esas palabras no se detienen; se repiten en mi cabeza hasta formar un eco interminable. Las llagas en las manos de los guardias no eran producto de mi imaginación. El brillo de mi cabello no era un delirio. Me hicieron algo; me cambiaron, y debo ponerlo a prueba, porque tal vez puedo utilizarlo como un arma. De ser así, nunca más seré débil; seré capaz de defenderme; nunca se aprovecharán de mí.
Me han fortalecido, puedo sentirlo. Algo en mi interior me dice que debo explorar los límites de mi poder. Necesito que las llamas surjan, necesito saber que es lo que soy capaz de hacer. La única información que tengo es que la furia es el disparador del poder. Con cada golpiza que me atizaron los guardias, el fuego surgió. Con cada recuerdo y pesadilla, mi cabello humeó.
Cierro los ojos, abriendo la puerta de mi pasado; de mi tormento. Los recuerdos vuelven a manifestarse como secciones de una película, como imágenes que nublan mi mente y bloquean mi vista. El pasado se ata a mí como si le perteneciera, pero ya estoy exhausta. Quiero ser libre, olvidar todo lo que sucedió, pero es imposible, porque él nunca dejará de hostigarme; nunca me dejará en paz.
Primera imágen; sus asquerosas facciones. Segunda; sus nudillos rotos. Tercera; Sus dedos ejerciendo presión sobre la botella de cerveza, su arma favorita. Cuarta; el hedor a sangre. Quinta; sus gritos; Sexta; mis sollozos.
Las palpitaciones de mi corazón se aceleran cada vez más, y ya no puedo contenerme. Una lágrima se desliza por mi mejilla, aunque tengo prohibido llorar. Mis manos tiemblan, y se aferran a mis rodillas. «Tengo que aprovecharlo» pero es demasiado fuerte.
Un olor a quemado se infiltra en mis fosas nasales. «Está funcionando». Abro los ojos, y el rostro de Sarah se encuentra frente al mío. Me ha visto. Me ha visto.
—¿Te sientes bien? Tu pelo está... encendido —dice, con voz suave.
—Sí —respondo con sequedad—. Estoy tratando de averiguar qué puedo hacer.
Sus cejas se arquean y una sonrisa ladeada adorna su rostro.
—¿Puedo quedarme? —pregunta nerviosa.
«No» quiero decir. «No» quiero gritar. Pero no emito palabra alguna, porque no quiero discutir.
Me encojo de hombros, y suelto un suspiro. Sarah se sienta a mi lado, y su presencia me incomoda.
Antes de cerrar los ojos, recorro la habitación con la mirada. Las placas lumínicas, que se encuentran integradas con un techo tan alto que es apenas visible, emiten una luz fantasmal, que no alcanza nuestros cuerpos. La oscuridad nos rodea, y el sosiego es tan denso que nada se puede oír.
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Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)
Ficção CientíficaSu mayor deseo se convirtió en su peor pesadilla. La oportunidad de salvar sus vidas las ha arruinado por completo. El mundo se encuentra dividido: un Imperio liderado por un hombre perverso, y una Nación hecha estragos a causa de un virus que arr...