Capítulo 22

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~Philip~

—¿Estás mejor Phil? —Stephanie cierra la puerta de mi dormitorio detrás suyo.

    Acomodo mi cabello con rapidez, y dirijo mi mirada hacia la joven.

    —S-sí.

    —¿Alex no está aquí?

    —No... está con Sarah.

    La chica de cabello cobrizo se sienta en el borde de mi cama.

    —Era de esperar.

    "Era de esperar" escuchó detrás de la puerta. "Nunca se han llevado al niño".

"Yo sí lo quiero".

"¿El pequeño también? ¿No sólo la chiquilla? ¿Conoce su historial, Ferdinand?"

    Philip espió a través de la cerradura, y su mirada se fijó en un hombre que se proyectaba en la oficina. La señora Sāto sostenía la información de Philip en sus manos, y le entregó el formulario holográfico al señor con el que estaba comunicándose virtualmente.

    "Claro que sí. Me llevaré a ambos"

    Una sonrisa se dibujó en el rostro del niño.

    —¿Phil? —dice Stephanie, sacándome del trance—. ¿Seguro que estás bien?

    Mis ojos se fijan en los suyos. El verde de sus iris parece negro bajo la tenue luz que alumbra el dormitorio.

    —S-sí, claro. Nada más estaba pensando. De todas maneras, estaría aún mejor si pudiera ir a otro lugar que no sea el baño. Sabes, Nicholas también lo utiliza, y no es muy higiénico, por así decirlo.

    Una sonrisita se asoma en sus labios.

    —No tienes permitido dejar de hacer reposo; es por tu bien. ¿Entiendes que moriste? —Su mirada se ensombrece—. Tu corazón se detuvo Philip, no puedes tomártelo a la ligera. Fue un milagro que... que Nick, Sarah y Alex hayan podido salvarte. Si no hubiese sido así... —Su voz se quiebra.

    Respiro profundamente. Tal vez morir hubiera sido mejor; no tendría que luchar, no tendría que vivir cargando este remordimiento.

    —Philip... lo siento tanto. Yo casi... si no fuese por...

    —Te he dicho que dejes de disculparte. Hiciste lo necesario para detenerme —repito por milésima vez. No es su culpa, sino la mía.

    La culpa era una gota que caía y caía, pero el vaso todavía no se había derramado.

    Mi poder se había descontrolado de vuelta. El hielo se había convertido en un arma letal por segunda vez.

    Lo único que el joven podía traer al mundo era muerte.

    —Debemos controlarnos —La mirada de Stephanie se endurece—. No podemos seguir así. Si no aprendemos a regular nuestros poderes, la próxima vez mataremos a alguien.

    Sus palabras se sienten como balas que impactan contra mi cuerpo. Son tiros. Puñetazos. Y el remordimiento es la sangre que por primera vez en meses, logra salir al exterior. Ya no puedo más.

Las lágrimas nublan mi vista. Las palpitaciones de mi corazón contra mi pecho son recordatorios de que todavía sigo vivo. Pero no deberían ser mías, sino de ella. Y es mi culpa. Todo es mi culpa. Si tan sólo hubiese dejado que la adopten tan sólo a ella, estaría viva. Si hubiese sido capaz de controlarme, de frenar el hielo, estaría viva.

Una Prisión Infinita (Eslabones de Sangre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora