C49. Horvat de corazón.

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—¿Te has vuelto loca?—cuestionó Camila tomando con más fuerza el teléfono entre sus manos.

Inspiró con fuerza y cerró sus ojos un breve segundo tratando de alejar cada gramo de nerviosismo que había en ella. La voz de Danna en la línea telefónica todavía retumbaba dentro de los confines de su cabeza.

—No.

—Danna, en serio estás loca.—replicó la chica.—¿Tienes alguna idea de lo que podría afectarnos a ambas hacerlo…?—Danna se quedó en silencio.—Sobre todo tú, ahora tienes a Leyre y…

—Chris se hará cargo.—anunció sin más.—Vamos, Cam…

—Es que no le veo cual es el propósito de esto. Además de ser una locura, quiero decir…podría llegar a ser bastante peligroso ¿lo sabes, no?—hizo una pausa.—Estamos hablando de Marcus, del hombre que te intentó asesinar dos veces…

—Pero no lo hizo.—le recordó.

—Por suerte.—replicó.

—¿Podemos hacerlo una sola vez, no?—le peguntó de nueva cuenta.—¿No te da curiosidad saber…?—Camila se quedó en silencio un breve segundo.

—La verdad es que no.—aceptó sin más.

—¿Entonces lo harías por mí…?—cuestionó. La pelinegra cerró sus ojos un breve segundo. Danna no podía verla pero Camila la conocía a la perfección y sabía que ella  estaba sonriendo.

Se quedó en silencio un largo momento antes de dejar escapar un pequeño suspiro.—Está bien, Danna.—respondió.—Está bien, iré contigo…

—¡Te amo, hermana mayor!—anunció la chica.

Camila se rio entre dientes.—Yo a veces te odio…

—¡Cam!—chilló y ella se echó a reír completamente divertida.

—Es broma, es broma…

(…)

El corazón de Camila Horvat se aceleró  en el momento en el que entró en el auto de Renato. La idea de ir hasta el reclusorio ya no le parecía una buena idea de ninguna jodida manera, no terminaba de comprender que era lo que su hermana pretendía de ninguna manera pero de una sola cosa sí estaba totalmente segura; ella no podía dejarla sola.

Nunca.

Eran un equipo y como el equipo que eran iban a hacerlo.

—Ya no me parece tan buena idea—murmuró Camila apenas se percató que el auto se había estacionado bajo la enorme y majestuosa fachada. Los ladrillos amarillentos y las puertas de cristal hicieron que su estómago se revolviera y negó un poco.

—Ya estamos aquí…—señaló Danna observando al lugar. Igual de majestuoso como lo recordaba.—Vamos Cam, no te puedes echar para atrás ahora…sólo hablaremos un poco con él…

—Danna…siento como sí algo estuviese tirando de mí en dirección contraria. Llámame cobarde o todo lo que quieras pero todo el valor que reuní la noche anterior ya se me fue—declaró en voz baja.

—Oye, él no puede acercarse a ti. Estará detrás de una pared de cristal que no puede atravesar aunque quiera, hablaremos a través de un teléfono y dos guardias de seguridad estarán flaqueándonos—recordó la castaña a su hermana.—¿En verdad crees que te hubiese pedido que vinieras conmigo sino supiera que él puede alcanzarnos? Vamos a estar bien, Cami. Lo prometo—susurró.

Camila la observó un breve segundo mientras su cerebro luchaba por recobrar la calma y recuperar el valor de nueva cuenta. ¡Puedes hacerlo, Cami! Se repitió mentalmente el mismo mantra que se había inventado la noche anterior. Inspiró y exhaló varias veces y cuándo se sintió totalmente relajada con Danna siguiéndole muy de cerca bajaron del auto. Hicieron su camino hasta el interior del imponente lugar y hablaron un poco con la mujer de la recepción que parecía cansada y estar de mal humor. Se sentaron en una de las filas de sillas atornilladas al piso de concentro y esperaron por su turno.

LA CHICA DEL VESTUARIO|ZABDIEL DE JESÚS|CNCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora