C12: Salida no cita.

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Camila entornó los ojos cuando los golpes incesantes se hicieron presentes en la puerta. Le dolían las piernas y todo lo que quería hacer era seguir en la comodidad de la cama viendo el televisor mientras los chicos se preparaban para el show de esa noche.

Había preferido no decirle nada a su madre para no preocuparla pues sabía muy bien que si se lo decía esa mujer podía llegar a ser capaz de llamarla cada hora para comprobar que se siguiese poniendo las cremas para sanar con más rapidez. Porque así eran las madres.

Se puso de pie y comenzó a caminar a paso lento cuando los golpes volvieron a hacerse presentes—¡Ya voy!—gritó con molestia. Seguramente Danna había olvidado las llaves de nueva cuenta, pensó tirando del pomo de la puerta de mala gana—Cuando salgas por favor hazme el favor de cerciorarte de tener las llaves, Danna... —se quejó y una risita que definitivamente no pertenecía a Danna la hicieron quedar helada.

Se frenó de golpe y se giró tan rápido como le fue posible para encontrarse con Zabdiel sonriéndole ampliamente. Sus mejillas se sonrojaron un poco.—Buenos días, Cami—saludó el muchacho y ella le obsequió una sonrisa a modo de disculpa.

—Lo lamento, pensé que eras Danna que había olvidado las llaves—comentó.

—¿Puedo pasar?—cuestionó el muchacho señalando la puerta abierta frente a él.

—Claro, pasa—indicó.

—¿Cómo vas? ¿Te sientes mejor?—preguntó el chico entrando y cerrando la puerta detrás de sí mismo. Camila se sentó en la cama lentamente y soltó un pequeño suspiro.

Zabdiel la contempló un momento percatándose que ella seguía en pijama y que daba la impresión de que no pretendía poner un pie fuera de la habitación pero para ser honesto, esa chica lucía completamente adorable en pijama y con el cabello revuelto.

Tomó asiento en la cama perfectamente hecha de Danna y la miró un segundo.—Si...la noche fue un poco complicada...olvidaba cada dos segundos que estaba...así...—susurró señalando sus piernas algo rojizas—y dolía un poco pero está todo bien...

—De verdad lamento mucho que esa chica haya derramado chocolate caliente sobre ti...—musitó Zabdiel frunciendo los labios en un gesto de frustración.

—No fue tu culpa, Zabdiel—respondió.—realmente lo que sí es una pena es que nuestra...salida nocturna haya terminado así...—se lamentó ella arrugando la nariz.

Zabdiel sonrió ampliamente y apartó la mirada un momento.—Bueno, pues supongo que tenemos más oportunidades para tener otra...salida no cita ¿no?—cuestionó—pero creo que esta vez tendremos que asegurarnos de que no haya ninguna rubia sirviendo cafés...—bromeó y ella rio.

—Definitivamente—respondió la chica.

—¿Desayunaste ya?—inquirió Zabdiel casualmente. Los ojos de Camila se toparon con los suyos y de nuevo sintió ese magnetismo que se hacía presente cada que ella lo miraba a los ojos.

Era una sensación que a ciencia cierta no podía explicar pero se sentía condenadamente bien.

—No.—susurró.

—Perfecto.—sonrió él.—¿Quieres desayunar conmigo?—le ofreció.—Es decir, no tenemos que salir de aquí, podemos pedir que nos traigan el desayuno a la habitación y listo—le explicó.

Camila lo pensó un par de segundos y luego dejó escapar el aire de sus pulmones.—Está bien, me gusta la idea—aceptó haciendo que Zabdiel se relajara de manera inmediata.

LA CHICA DEL VESTUARIO|ZABDIEL DE JESÚS|CNCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora