C39: Jodidos mundos perfectos.

108 15 0
                                    

—¿Por qué mamá y tú están enojadas?—preguntó Madison apenas apartó de sus labios el vaso de chocolate y observó a la pelinegra que permanecía en silencio observando los panqueques en el plato frente a ella.

—Esas son cosas de personas adultas, Madison.—le espetó Camila observándola con el ceño fruncido.

—¿Pero nunca más vas a volver a hablarle?—cuestionó de nueva cuenta.

—¿Por qué mejor no te dedicas a comer para poder terminar rápido?—la presionó la muchacha—Tenemos que llegar temprano a la pista—señaló en voz baja. Su madre la observó desde el umbral de la puerta de la cocina y cuando sus ojos se conectaron la chica de inmediato apartó la mirada.

Desde que ella había regresado a casa, había intentado un par de veces hablar con su madre, pedirle una explicación pero tal parecía que Marcelle Sáenz no pensaba decirle una sola palabra que le ayudara en nada. Y lo cierto era que el cerebro de Camila solo generaba y generaba más cuestiones que en el fondo sabía que no podía responder.

—¿Voy a poder sentarme con Erick?—interrogó emocionada. La muchacha la observó un breve segundo y asintió sin darle mucha importancia pues tenía algo mejor en mente.—¿Mamá, vienes a la pista con nosotras?

—No.—respondió la pelinegra incluso antes de que el cerebro de su madre pudiese procesar la pregunta. Sus ojos volvieron a encontrarse y la mujer apartó la mirada de inmediato sintiéndose un poco intimidada ante la presencia de la muchacha.

—Pero Camila....

—¡Lo digo en serio, Madison!—masculló ofreciéndole una mirada desafiante.—Termina de comer de una vez para poder irnos...

Marcelle dejó escapar un largo suspiro y camino fuera de la cocina sin decir una sola palabra más. Los ojos de Maddie se posaron en los de su hermana mayor, inspiró profundamente y dejó escapar el aire de sus pulmones antes de volver a llevar su atención a su comida.

—¿Nunca vas a volver a hablarle a mi mamá?—cuestionó lentamente volviendo a mirarla a los ojos.

—Madison...por favor, no.

—Ella llora.—susurró sin dejar de mirarla.

—Maddie...—niego.—escúchame por favor...—comenzó.—Las cosas entre nosotros no son tan fáciles ¿sabes? Capaz que en este momento no puedes comprender todo lo que está pasando porque eres relativamente pequeña pero...

—Sé que mi mamá y tú se pelearon.—exclamó la pequeña pelinegra sin apartar sus ojos de los de su hermana mayor.—Sé que te fuiste a vivir dos días a la casa de Danna y de los chicos y también sé que mamá estaba llorando mucho...

—Bueno...sabes algunas cosas pero eso no significa realmente que sepas la verdad de todo lo que está pasando.—hizo una pausa y dejó escapar un largo suspiro.—Maddie...

—¿Es por qué no eres hija de mi papá?—cuestionó enarcando una ceja. Camila se quedó en silencio total sin apartar sus ojos.

La idea de que su pequeña hermana supiera que era lo que estaba pasando entre ella y su madre era algo que definitivamente no habría esperado ni en mil años. La inocencia de Madison y su felicidad no podía verse opacada por ese tipo de cosas sin embargo el entrecejo de la niña permanecía fruncido y sus labios unidos en una fina línea recta mientras esperaba por una confirmación positiva de su parte.

Camila se puso de pie y jugueteó con sus manos haciendo una búsqueda mental de las palabras que podría emplear para explicarle a su pequeña hermanita que su vida en un santiamén se había ido a la mierda. Pero simplemente no las encontraba y dudaba que las encontrase alguna vez.

LA CHICA DEL VESTUARIO|ZABDIEL DE JESÚS|CNCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora