C41: La hija de un asesino.

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El cerebro de Camila no daba para más.

No podía dejar de pensar en cada una de las palabras que había leído en esa estúpida carta y solo por un breve momento se arrepintió de haberla leído. Se arrepentía de haberlo hecho pero al mismo tiempo le daba gracias a Dios porque aunque le doliese en el alma al menos ahora sabía la verdad. Y no solo ella estaba lastimada con ello, su mejor amiga que ahora probablemente también era su media hermana lo estaba.

La vida de Camila Horvat se estaba volviendo una mierda. Así de sencillo era todo.

—¡Mamá!—el grito de Camila resonó en todo el lugar apenas entró en su casa y azotó la puerta dando a entender a cualquiera que estuviese a un kilómetro a la redonda que estaba totalmente furiosa y que por puro sentido común; lo más conveniente era mantenerse alejado.

—¿Qué pasa? ¿Por qué pretendes sellar la puerta para no volver a abrirla jamás?—le espetó la rubia saliendo de la cocina con un delantal puesto, ese que decía "best mommy all around the world". La ironía era que Camila se lo había obsequiado cuando cumplió doce en una festividad del día de las madres en el colegio.

—¿Qué demonios significa esto?—exigió casi lanzándole la carta arrugada.

Los ojos de la mujer observaron la arrugada y vieja hoja para después observar a su hija que permanecía con los ojos hinchados y rojizos de tanto llorar.

—¿Cómo es que tú...?—negó levemente—¡Estuviste husmeando en mis cosas!—la retó en medio de un grito.—¿Con que derecho abriste la caja de madera donde estaban estas cartas, eh?—Camila rio sin ganas y se cruzó de brazos.

—Con el maldito derecho que tú misma me otorgaste cuando decidiste quedarte callada, maldita sea. Con ese derecho.—respondió la chica.—Te lo pregunté millones de veces y siempre te quedaste callada ¿Qué demonios querías que hiciera? ¿No te diste cuenta estaba sufriendo? Ah, claro...te valió la mitad de un cacahuate saberlo porque para ti mantenerte en silencio era la mejor opción sin importar si me hacías mierda la vida en el proceso.

—¡No tienes ningún derecho a tomar mis cosas ni a hablarme así!—gruñó la mujer.

—¡Tú tampoco tenías ningún derecho a mentirme, sin embargo, lo hiciste durante veinte años! ¿Quién de las dos crees que está peor, eh?—se burló la pelinegra.

—Escucha Camila, yo no quiero que tú...

—¡No estás en condiciones para decir lo que quieres o no, quiero que me digas la maldita verdad de una buena vez!—farfulló cruzándose de brazos.—En esta carta dice que no sabes de quién soy hija, sin embargo, cuando yo te escuché decírselo a Brooke claramente dijiste que jamás podía enterarme que no era hija de Steve. ¡Eso no tiene sentido! Te contradijiste sola.—exclamó furiosa.

—Sobre lo que dije...

—¿Por qué estás tan segura que no soy hija de Steve, eh?—exigió en tono mordaz.

—Tus ojos son iguales a los de Marcus...—Camila negó un poco.—Compartes una mancha de nacimiento con él...en la base del cuello...—el corazón de la chica se estremeció ante la mención de su macha de nacimiento.

—Cuando me dijiste que esa marca de nacimiento la había heredado de mi padre, siempre pensé que Steve la tenía...¿Por qué tuviste que hacerlo, mamá?—cuestionó con nuevas lágrimas bajando por sus mejillas de manera lenta.—¡Y todavía tuviste el cinismo de hablarle a Danna de su madre! ¡Tuviste el descaro de decirle que la habías conocido!

—Yo no sabía que Marcus era casado, te lo juro.—Camila negó.

—No me jures nada, ya no me interesa y ya no te creo nada de lo que dices...el hecho de que tenga los malditos ojos iguales a los de Marcus y una estúpida mancha de nacimiento no significa que seamos familia....—susurró indignada.

LA CHICA DEL VESTUARIO|ZABDIEL DE JESÚS|CNCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora