C1: Recuerdos y presentaciones.

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—¡Papá! ¡Volviste!—chilló Camila mientras su padre la elevaba del suelo. Se rio y luego lo abrazó apoyándose contra su pecho.—Te eché de menos...—susurró al tiempo que él dejaba un beso sobre el cabello negro de la niña.

—Yo también te eché mucho de menos, amor...—murmuró Steve con media sonrisa.

—Mami dice que falta muy poco para que Madison nazca...me muero por verla ¿crees que se parezca a una princesa? ¿O tal vez se puede parecer a una rata?—cuestionó con el ceño fruncido.

—Pues esperemos que se parezca a una princesa ¿no?—se rio su padre—Aunque sí parece una rata igual la vas a amar ¿cierto?—demandó y ella sonrió.

—Claro, es mi hermanita—le informó la niña completamente feliz.

—¡La comida está lista!—anunció Marcelle haciendo acto de presencia en la sala.—¿Qué es lo que están haciendo mis dos amores?—cuestionó con media sonrisa.

—Mamá, ¿tú crees que Maddie vaya a parecerse a un rata?—indagó la niña pelinegra de intensos ojos ámbar. Marcelle llevó sus ojos hasta su marido y él se encogió de hombros automáticamente.

—No lo creo, lo que yo creo es que va a ser completamente linda igual que tú...—las mejillas de la niña se sonrojaron de inmediato y se echó a reír.

—¡Quiero tomar una foto de nosotros tres con mi cámara!—chilló echándose a correr en busca de la nueva cámara fotográfica que su abuela le había obsequiado en la navidad pasada.

Cuando volvió encontró a sus padres sentados en el sofá sonriéndole ampliamente. Se sentó entre ellos y rio completamente feliz cuando ambos besaron sus mejillas con una mirada traviesa puesta en la cámara entre las manos de la chica.

La Camila de ocho años de ojos brillantes y dos dientes menos le lanzaba una sonrisa traviesa que la hizo derramar una lágrima. Esa era la última fotografía para la que su padre había posado antes de morir en un accidente de auto. El mismo día que la pequeña Madison había llegado al mundo. Lo extrañaba demasiado pero lo que más extrañaba eran esos paseos que solían dar los domingos por las tardes.

Adoraba caminar de la mano de su padre mientras él le trataba de explicar el porqué de las cosas que ella preguntaba. Extrañaba ver la sonrisa amable que siempre tenía –incluso cuando estaba exhausto luego de un largo día de trabajo- cuando ella se acercaba para contarle su día en el colegio.

¡Los recuerdos más lindos que tenía sin duda alguna!

Sostuvo con cuidado la fotografía entre sus manos y negó un poco. Escuchó los pasos apresurados de su hermana y se apartó las lágrimas de golpe.  Lo menos que necesitaba en ese momento era a Madison preguntando por qué lloraba.

—¡Camila!—la llamó Madison.

—¿Qué es lo que pasa?—cuestionó Camila lanzándole una mirada fugaz mientras comenzaba a guardar los libros de diseño de su madre y las fotografías del baúl de recuerdos que descansaba en el ático de la casa.

—¡Mamá ha vuelto!—anunció la pequeña pelinegra con un deje de excitación en la voz. Los ojos ámbar de su hermana mayor se posaron en ella y su ceño se frunció de inmediato.

Eso no tenía ningún sentido.

Su madre había conseguido un buen trabajo siendo la asistente de vestuario de una banda de chicos que ella apenas conocía y por ende los viajes no se había hecho esperar lo que la dejaba al cuidado de Madison a tiempo completo.

Desde la muerte de su padre se había dedicado a ayudar a su madre en todo lo que podía, a cuidar de Madison sin descuidar en el proceso sus estudios y tratar de tener una vida social normal como cualquier chica de su edad, cosa que ciertamente no lograba por más que lo intentaba y lo intentaba.

LA CHICA DEL VESTUARIO|ZABDIEL DE JESÚS|CNCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora