C24: Espejismos y campamentos.

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Camila entornó sus ojos cuando escuchó que de nueva cuenta el timbre de la puerta estaba haciendo eco en su cabeza. Era tan molesto y ella realmente no pensaba ponerse de pie y abandonar su estado de reposo para ir a atender, quien quiera que fuese la persona molesta que estaba perturbándola podía volver después.

Se giró en el sofá y se cubrió un poco más con la manta de franela que cubría la mitad de su cuerpo. Madison tenía la manía de abrirle la puerta a todo el mundo y aunque normalmente para ella era un potencial problema en ese momento deseaba que su hermana estuviese presente para que atendiese.

El lugar de quedó en completo silencio y la pelinegra esbozó una pequeña sonrisa de suficiencia pensando que finalmente su intruso en la puerta se había rendido. Probablemente eran las vecinas que venían para pasarle algún súper chisme a su madre o para pedir tazas de azúcar. Se sintió un poco mal por ello pero después recordó que eran las nueve de la mañana y que las personas con no problemas mentales no iban por la vida visitando a sus vecinos a esa hora del día. Soltó un pequeño suspiro y el timbre de la puerta automáticamente volvió a sonar.

Entornó sus ojos y finalmente en medio de un bufido de enfado se puso de pie para ir a atender. Tiró del pomo de la puerta con fuerza y automáticamente sus ojos se abrieron llenos de sorpresa, sintió su corazón acelerarse demasiado y sus piernas comenzar a temblar.

Zabdiel De Jesús estaba de pie frente a ella con una extensa sonrisa en los labios contemplándola en silencio. Lo abrazó con fuerza y fue capaz de escuchar una pequeña risita por parte del muchacho.

—¿Qué estás haciendo aquí?—cuestionó sin comprender todavía que de verdad estaba pasando. Seguramente era un sueño. Un lindo sueño provocado por las incontrolables ganas que tenía de estar cerca suyo, de verlo, de abrazarlo y de besarlo. Era un espejismo.

Pero el espejismo de Zabdiel acarició su mejilla, llevó un mechón de cabello rebelde detrás de su oreja y luego dejó un beso sobre sus labios. Todo era tan real.

—Esta es una de las sorpresas de las que te hablé el otro día—anunció él con una sonrisa de oreja a oreja. Sí. Los espejismos no hablaban y mucho menos hablaban de sorpresas.

—¡Eres real!—musitó Camila tomando sus manos.

Las cejas de Zabdiel se fruncieron un poco y se echó a reír un tanto divertido.—Pues claro que soy real, mi amor.—le dijo acariciando su mejilla con ternura.

—Es que no entiendo que es lo que estás haciendo aquí...—susurró.—Su suponía que ibas a quedarte con tu familia hasta que las vacaciones terminaran, Zabdiel...ni siquiera van a la mitad y ya estás de vuelta...—hizo una pausa—¿pasa algo malo...?

—No. No pasa nada malo.—respondió sonriéndole.—Y no sólo yo estoy de vuelta...estamos todos aquí...—anunció.

—¿Qué...?

—Estamos tan acostumbrados los unos a los otros que no podíamos seguir así...—murmuró.—Además...queríamos celebrar año nuevo contigo, con Renato y con Dan...por eso hemos vuelto...

—Pero esto es...

—¿Una locura?—adivinó él.—Lo sabemos pero de todas maneras estamos aquí...nuestras familias también vienen a celebrar año nuevo con nosotros pero llegan en unos días...—rio—Renato nos ayudó...

—Claro, eso explica porque estás aquí y no en un avión de regreso a Puerto Rico...—él rio otra vez.—Oh, por Dios...—susurró abrazándolo de nueva cuenta.—En verdad te eché mucho de menos, Zab...—musitó contra el cuello del muchacho. Zabdiel sonrió sintiendo como su piel se erizaba de golpe en reacción al cálido aliento de Camila acariciando su cuello. Era increíble ser consciente de todo lo que esa chica provocaba en él pero era todavía más increíble darse cuenta que ella ni siquiera era capaz de verlo.

LA CHICA DEL VESTUARIO|ZABDIEL DE JESÚS|CNCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora