Todo pasó tan rápido que no entiendo ni como sucedió. No puedo mirar al cielo porque antes aparece tu recuerdo.
Puedo ver tus ojos verdes aún observándome, brillando como solo ellos hacían. Le suplico a la luna que me devuelva a tu lado pero no recibo más que estrellas, creo que quieren consolarme tras tu partida.
Todos piensan que estaré bien, pero me vuelvo loca. Extraño el tacto de tus labios y tú frío toque, si tan solo me dieran un segundo para repetirte que te amo, ni siquiera lo pensaría.
Se que luzco como una tonta pero deseo poder verte una vez más, deseo recibir una de tus tantas sonrisas, esas que iluminaban el lugar incluso cuando tú eras tan oscuro, esas que eran solo para mí.
Necesito que me digas que todo estará bien, como hacías esas noches en las que mis demonios no me dejaban dormir, o solo cuando te lo pedía.
Se que estás ahí, se que escuchas como le imploro a cada estrella que brille un poco más hasta que encuentre el camino hasta ti. Por favor, sigue las estrellas, vuelve a mi.
No encuentro paz en nada, esos viejos libros que dejaste atrás los cargo en el corazón, son lo único que me mantiene anclada a ti y son lo único que te hará volver al menos a mi mente.
Mis ojos ya no tienen ni una gota para derramar, han llorado tu ausencia como si hubieran perdido al universo. Soy una protectora pero no pude protegerte, fallé, y ahora fallo protegiendome del dolor que me causa ya no poder reír contigo.
Intento reparar el daño, pero cada vez que te pienso todo vuelve a romperse, cada cristal de mi ilusión a tu lado me hace sangrar, hasta que dejo de hacerlo para empezar de nuevo.
La lluvia ya no significa nada si no estás aquí para apreciarla. Ya no significan nada las rosas si no las cortas, todas esas ramas, en cada árbol, ya no sirven si no estás aquí para hacerme tocarlas.
Las nubes ya no tienen forma, son simples pedazos blancos que ya no pienso mirar, porque cada vez que las miro duele, ya no las señalan tus manos y ya no puedo sonreír para ellas. El cielo es otro sin ti.
Ya no se cómo admirar los prados si no estás ahí para hacer volar a las aves y traer contigo alguna maravilla. Es imposible ver a la distancia sin desear verte ahí, lejos, esperando a que llegue a ti.
Ya no puedo sentir el agua como lo hacía antes, se que si algo pasa ya no estarás ahí para salvarme, ni reírte de mis torpezas, se que no volverás y eso quema como el infierno.
Ya no puedo ni siquiera cocinar si no estás ahí para ayudarme, para decirme que hacer mientras tomas mis manos y las guías en el proceso. No puedo tocar nada sin pensar en que podrías ser tu quien me lo diera.
Desearía que estuvieras aquí un minuto, para darte un beso, como esos que me dabas cuando comenzaba la noche y veíamos el sol ocultarse en lo cima de nuestra vida.
Duele pensarte porque no te tengo, jamás podré volver a peinar tu negro cabello, no podré besar tu pálido rostro ni tomar tus frías manos, algún día olvidaré el brillo de tus ojos esmeralda y la forma bella e hipnotizante que tu sonrisa tenía. Ojalá morir antes de que eso suceda.
Jamás fuimos lo que parecía, siempre fuimos más, fuertes, imponentes, poderosos, humildes. Éramos el problema y la solución, ahora nuestros amigos no tienen razones para preocuparse, ya no estamos ahí para complicarlo todo, y ya no tienen razones de alivio porque ya no estamos ahí para solucionarlo.
Mis manos rozan el vacío en la cama y duele, como una daga en el pecho, clavada hasta el fondo y bañada en veneno. Mi amor por ti está muriendo y deja un anhelo, el anhelo de tus besos y tu simple presencia, de tu existir.
Un día solo vuelves y puedo volver a ver los colores, veo como todo se ilumina y tus manos tocan mis mejillas. La música recupera su ritmo y mi corazón vuelve a latir por ti, por nosotros, has vuelto.
Tus ojos siguen igual de hermosos y eres tan bello como el mismo cielo. Puedo volver a distinguir sabores porque estás ahí para causarme una sonrisa antes de siquiera imaginar lo que comeré. Se que por ti la vida mejora.
Y puedo ver ahora el cielo porque estás ahí para abrazarme, señalas las nubes y consigo ver formas majestuosas, las aves cruzan el paisaje y te detienes a nombrar cada una de ellas. Amo que tu conocimiento sea tan hermoso como lo que tenemos.
Tus libros pierden el polvo y tus dedos vuelven a recorrer las hojas, tomas un té tan tranquilo como si no te hubieras ido, y te veo sentado, tan calmado como lo has estado siempre, como si jamás te hubiera perdido.
Recupero mi voz, mi voluntad, y ahora que estás aquí puedo sonreír y llorar sin que duela, porque es real, volviste y contigo han vuelto las mejores cosas de mi vida.
Puedo verte jugando bajo la lluvia, sin importar que el clima congele o la forma en la que me refugio en tu pecho mientras me abrazas y nos mantenemos en la oscuridad de la luna.
Siento el sol en mi rostro y se que jamás podrá darme la calidad que una sola mirada tuya, que una sonrisa divertida en tu rostro provoca. Pondría las manos en el fuego y ni así sentiría el calor que tus besos me entregan.
Ahora el azul deja de ser triste y me regreso a la felicidad de estar en el mar, puedo mirar a la distancia y ver tu cuerpo, tus brazos abiertos y la manera en la que ríes mientras corro hacia ti en busca de afecto, ese que jamás me has negado.
Y es que desde que volviste todo es más bonito y ya nada me duele. Nada más me va a doler hasta que vuelvas a irte, y cuando eso pase, le ruego a la luna que nos vayamos juntos.
Porque si nuestro amor tuviera un nombre se llamaría estrella, si tuviera un tamaño sería el del universo, si tuviera color sería el del cielo, y si tuviera fin, sería como la vida, igual de hermoso como difícil. Vale la pena sentirlo.
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Cartas Que Nunca Entregué.
Short StorySiempre que siento demasiado o amo a alguien con demasiada fuerza, cuando algo duele de más, o me hace feliz para variar, siempre le escribo una carta.