Y es que cuando pienso en las estrellas, su imagen agonizante es lo único que se me viene a la mente. No su color, ni su brillo o la forma hermosa en la que existen, solo pienso en lo pronto que una estrella muere y como toda su vida es su agonía.
Después, pienso que cada uno somos estrellas, seres de luz y belleza que, cuando algo sucede, sin poder evitarlo, colapsamos, duele, y no podemos seguir con nuestras vidas porque, lamentablemente, no hay manera de salir de aquel agujero negro e inevitable.
Me gusta creer, como a muchos físicos, que dentro de esa oscuridad que absorbe todo y de la que ni siquiera la luz más intensa lograría escapar, si hay salvación. Que si tiene un fondo y, al llenarse, libera todo y vuelve a ser una estrella. O simplemente desaparece y deja de agonizar.
Me gusta creer que, el llanto desgarrador, no es mas que la forma de liberarse, solo un poco, de ese gigantesco y absorbente hoyo, y que ayuda, aún cuando está claro que duele más hacerlo que reprimirlo.
Y así como podríamos ser estrellas, nuestra alma podria ser de la misma manera una planta, de esas que necesitan sol para sentirse igual a los demás, frío para tener tiempo personal y agua para crecer.
Yo no ayudo a mi alma a crecer, no con frecuencia, pero hoy lo hago demasiado, y duele.
Extraño cosas, gente, sentimientos, pero eso no vuelve, las promesas que me han hecho han sido todas falsas, sin excepción. Sobre todo la promesa de no dejarme, en estos momentos me serviría que la cumplieran.
Pero es una lucha eterna que ni siquiera la física, ni ninguna ciencia, van a resolver. Estamos condenados a estar solos, pero saberlo no te evita el dolor de sentirlo.
Ojalá las promesas que no cumples se marcarán con fuego en la piel, para que todos los que no nos cumplen, a los condenados, sufran, porque cuando uno está dolido no piensa en lógica, solo quiere ver sufrir a quien le mintió.
No hay alma en este mundo que perdone el abandono, menos cuando no soporta saber que es inevitable.
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Cartas Que Nunca Entregué.
Historia CortaSiempre que siento demasiado o amo a alguien con demasiada fuerza, cuando algo duele de más, o me hace feliz para variar, siempre le escribo una carta.