Y Según Yo...

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Los días bonitos no siempre son los mejores...

Últimamente todos los días son grises, son los días en los que me quedo en casa bajo las mantas, como cosas dulces y bebo cosas calientes, son los días en los que llueve de noche, las mañanas parecen tristes y las tardes invernales.

Los días soleados son días ocupados, son esos días en los que los trabajadores están mas ocupados de lo normal, los estudiantes están estresados y los enfermos mentales socializan.

Me gusta el frió de los días tristes porque me hace dormir más, las tardes invernales me inspiran y las noches lluviosas me hacen compañía.

A veces, cuando el día me gusta demasiado, subo el volumen de mis pensamientos y la pluma se vuelve mi mejor amiga, toma cada una de mis palabras y las traza en el papel como si fueran suyas y del mundo.

Así es como pienso de mas, me tiro sobre la cama y obligo a mi mente a guardar silencio para darle la palabra a mi corazón, y cuando comienza a hablar, mis ojos se cierran para evitar llorar por su causa, mis oídos se niegan a escuchar tales desgracias y yo intento que no me duela, pero es la única opción en ese momento.

En esas tardes me siento más triste de lo habitual, la soledad me atrapa entre sus garras y lo siento como un abrazo, la nostalgia me da recuerdos como aperitivo y parece que es lo único que podré consumir.

Los sonidos de la televisión ya no suponen una distracción pues mis pensamientos están ocupados tratando de salir de su propio laberinto. Entonces veo la hoja frente a mi, esta repleta de palabras que hacen que mi mente se sofoque y no pueda seguir, por un momento eso es lo único que conozco.

Minutos después vuelvo a tomar la pluma y sigo pensando, pero ahora mi mente esta vacía, solo puede enfocarse en lo que escucho, en las voces del televisor y la melodía de la música inundando la casa. Dejo de pensar y todo deja de ser mio, paso a ser suyo, pertenezco al espacio.

Mi conciencia desaparece y la música se vuelve tenue, se convierte en un sonido ambiental apenas perceptible, y yo me convierto en un peso muerto sobre el sofá con el alma al aire.

Cuando me muevo, arrastro la mano sobre la superficie suave del sofá y me pierdo en el tacto. Miro al techo y me encuentro conmigo, es como un espejo en el que veo mi interior, consigo ver mis sentimientos, veo a una persona diferente y tu ves a alguien igualmente diferente cuando me miras.

Cierro los ojos, me concentro en mi. Intento que el espacio vuelva a mi para salir de el, trato de que mi alma regrese pero en el intento la alejo mas, entonces me doy cuenta de que no necesito nada mas que silencio y soledad para que mi corazón diga lo que tenga que decir y mi mente se libre de su laberinto, necesito que mis oídos escuchen incluso si duele, y que mis ojos lloren todo lo que puedan hasta que ya no quieran hacerlo mas.

Escucharme es una de las cosas que no hago porque duele, porque no me gusta la sensación de vació que siento y porque cuando lo hago me encuentro mas defectos. Pero ahora que lo pienso, si no lo hago nunca voy a terminar con esto, nunca voy a dejar de llorar y tampoco mejoraré.

Según yo, el dolor es el único camino que conozco para poder ser una persona libre de vacíos y lagrimas.











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Uff, me puse sentimental aquí...

Cartas Que Nunca Entregué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora