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En la recamara de Erwin, Hange explotó con la furia de un huracán.

-¡Esto es una mierda! -decía, a la vez que sacudía con brío la carta que el comandante le había entregado-. ¡No lo puedo creer! ¿¡Son idiotas!? ¿O que?

Recostado en la pared; de brazos cruzados, Levi pugnaba contra la irritación y el cansancio que lo consumía desde la noche anterior. Tuvo que sacar el casquillo de bala con su daga, previamente esterilizada, y hacerse otro torniquete más fuerte con vendas que tenía en un botiquín detrás del espejo del baño. Luego, guardó el arma de Alfie e intentó dormir, pero el dolor de la incisión resultó ser insoportable y terminó quedándose en vela hasta el amanecer.

En ese periodo de tiempo, aprovechó para escribir en la bitácora que Erwin le había regalado.

Lo cierto es que solamente escribió su nombre con pluma estilográfica. No sabía con exactitud qué escribir en esas hojas andrajosas. Tampoco se animaba a tirarlo a la basura. Le tenía algo de estima al regalo porque se trataba de una muestra de afecto por parte del comandante. O, por lo menos, eso interpretaba el capitán.

Minutos antes, Hange se apersonó en su oficina diciendo que Erwin tenía noticias para los líderes de escuadrón. A Levi le sorprendió que, junto a ella, estuvieran Mike y Moblit también. De igual modo, el capitán no hizo preguntas al respecto, pero se enteró gracias a Moblit que los enfermeros lo autorizaron a caminar por el recinto sin emprender expediciones ni entrenamientos intensivos por el momento.

El objetivo de la reunión era más que nada anunciar que en dos días habría una misión y que la carta sobre el exilio de Paige había sido entregada. Hange y Moblit se mostraron alicaídos y con expresiones lastimeras ante la noticia. Al parecer, el subteniente ya estaba al tanto de lo sucedido con su antigua compañera de escuadrón. Sin embargo, la soldado avivó su humor y sostuvo que aún había esperanzas de que Paige regresara sana y salva a la Legión. 

A Levi aquello le resultaba absurdo.

Y Erwin también. El comandante cambió rápidamente de tema y le avisó a Hange que había llegado la respuesta de la corona a su pedido por el laboratorio. Erwin le tendió la misiva y Hange la arrebató de sus dedos a la velocidad de un soplido. Sesgó el sobre con los dientes y escupió el fragmento de papel que había arrancado.

-¡No puedo creer que no hayan autorizado mi laboratorio! -siguió gritando Hange, sus ojos crepitaban de ira-. ¡Lo expliqué todo! ¡Detallé todo! ¡Son unos imbéciles! ¡Mangas de ineptos! ¡Conservadores de mierda! ¿¡Es que no se dan cuenta que la ciencia es vital para el avance de la humanidad!?

-¡Líder de escuadrón! -intervino Moblit-. ¡Por favor! ¡Tranquilícese! ¡Es el comandante Erwin!

Hange lo detuvo con la mano, apenas notó las intenciones del subteniente por ponerse de pie.

-¡Moblit, tú quédate ahí! -le reprendió, y el chico se quedó a medias de su movimiento-. ¡No puedes alterarte!

-Tú lo estás alterando, Cuatro Ojos -masculló Levi.

-¡Cierra la boca, Levi! -gruñó Hange-. ¡No estoy hablando contigo!

La contestación encabronada por parte de Hange sorprendió al capitán. Por una fracción de segundos, Levi perdió el aplomo. Se quedó boquiabierto y pestañeó azorado por la reacción de su compañera, sin embargo, decidió no responderle y volvió a mostrarse taciturno como de costumbre. No tenía ánimos de reñir con ella.

De pie junto a él, Mike, soltó una risita burlona por lo bajo y Levi le propinó un puntapié de manera furtiva. El líder de escuadrón lanzó una mirada mortífera hacia el capitán, le devolvió el golpe y Levi lo pateó más fuerte.

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