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El día de la Asunción de Erwin como comandante de la Legión de Reconocimiento llegó más rápido de lo que esperaba.

Levi se acomodaba la capucha de su uniforme sobre un escenario desplegado en la pequeña plaza principal de Trost.

El calor y las miradas expectantes lo estaban sofocando.

El futuro capitán de la Legión detestaba todos los asuntos protocolares y esperaba que el meollo burocrático terminara lo antes posible.

No quería ser más el centro de atención.

A su lado , Mike se encontraba de pie, con su habitual cara de perro malo. Un espacio estrecho los separaba a ambos y era el lugar que ocuparía Erwin cuando asumiera el cargo. A la izquierda de Levi, casi junto a él, Cuatro Ojos se mecía sobre sus talones, mientras silbaba al compás de sus movimientos desgarbados.

-¿Podrías dejar de hacer eso? -le dijo Levi sin mirarla. Su atención estaba puesta en los soldados que iban arribando a la plaza asfaltada-. Es asqueroso y molesto.

-¡Relájate, Levi! -respondió Hange-. Tienes cara de que vas a matar a alguien

-Probablemente lo haga.

Y era verdad.

Desde que se enteró del paradero de Lobov, Levi ansiaba ir a Karanese para acabar con él.

El odio hacia el ex congresista habia empezado un mes atrás: el día que Lobov contrató a Levi y a sus amigos para asesinar a Erwin.

El objetivo era obtener unos papeles que detallaban los delitos de Lobov y que estaban en manos del futuro comandante Erwin a cambio de una importante suma de dinero.

El tipo había buscado a Levi y a sus amigos para el trabajo sucio y alcanzar su libertad judicial.

Los usó como títeres y se aprovechó de sus anhelos de una vida próspera fuera de la Ciudad Subterránea.

Levi perdió todo.

Farlan e Isabel terminaron muriendo en una expedición de emboscada a Erwin Smith. El mismo tipo que ahora lo había sumado a su pelotón como soldado de alto rango.

Su vida era una absurda comedia de mal gusto.

De todos modos, Levi se adjudicaba la culpa de muchos de los sucesos que lo llevaron a estar de pie frente a la Legión de Reconocimiento.

Principalmente, era consciente de que sus amigos habían muerto por su culpa.

Él los abandonó en lugar de protegerlos.

Lo sabía.

Pero la idea de que Lobov anduviera por ahí a sus anchas lo enfurecía demasiado. El sujeto continuaba haciendo de las suyas mientras que Levi estaba condenado a vivir una vida misérrima y solitaria.

Si Lobov no se hubiera presentado aquel día en la Ciudad Subterránea, Farlan e Isabel todavía estarían vivos.

Levi  guardaba mucho rencor y solo quería cortar la cabeza de Lobov  y tirársela como aperitivo a los titanes. Sin embargo, estaba al tanto de que por el rol que ocuparía en el ejército de aquí en más, no contaba con la facultad de usar la tiranía a su favor sin recibir a cambio una pena capital.

Decidió entonces apelar a sus habilidades como delincuente. Se iba a encargar de moverse con disimulo y premura hasta encontrarlo y asesinarlo como la escoria maloliente que era. El karma sería divino y Erwin jamás se enteraría de su yerro.

Al fin y al cabo, el comandante y el ejército era lo único que Levi tenía: la Legión era la razón por la cual todavía se levantaba día tras día sin caer en una profunda depresión.

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