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La voz de Erwin rompió el silencio.

— Zenda — lo llamó por tercera vez — Necesito que nos digas todo lo que sabes.

Zenda no le dio importancia al comandante. Despatarrado sobre la mesa, respiró profundamente y prefirió sacarse la mugre de las uñas con un escarbadientes en lugar de responder a las peticiones de Erwin Smith.

El grandullón Galf estaba junto a Zenda, haciendo algo así como su seguridad personal. Permanecía erguido a su lado, con el rostro contraído, el pecho inflado y los brazos cruzados de forma que sus músculos parecían pequeñas colinas en sus antebrazos.

Levi se vio obligado a replicar las miradas asesinas del rebelde con otras aún más oscuras e intimidantes. No comprendía qué le pasaba a ese sujeto, aunque supuso que debía tener el ego herido y sentirse avergonzado por la golpiza que les había dado frente a todos sus compañeros.

Dawn contuvo una risa gutural cuando Zenda, sin miramientos, empezó a tararear una canción sobre grillos y girasoles para burlarse de Erwin y sus soldados. Ella había llegado junto a Nanaba y se sentó bajo su atento escrutinio. Fenrir vigilaba a Galf mientras el chico atendía a los heridos. Los otros dos miembros de las fuerzas que acompañaban a cada rebelde estaban de guardia afuera de la sala.

Exasperado por las payasadas de Zenda, Levi sacó una hoja de su equipo de maniobras y la clavó en el centro de la mesa, cerca de los pies del rebelde. El brusco movimiento hizo que se rasgara un pedazo de tela de sus pantalones y obligó a Zenda a levantar la vista de sus uñas hacia el capitán.

— Deja de burlarte de nosotros — masculló Levi, retirando la hoja — Y habla de una vez, cerdo asqueroso.

Zenda soltó un largo silbido y partió el escarbadientes en dos, con una mueca juguetona en su rostro.

— Me gusta cómo manejas las cuchillas — sonrióLa líder de escuadrón no se molestaba en fingir su indignación. Tenía un avanzado sarpullido alrededor del cuello y respiraba arduamente por la nariz.

— ¡Escucha! — Hange se puso de pie — Si no cooperas con nosotros, esto no acabará nunca. Todos queremos que esto termine de una vez. Cuéntanos lo que sabes. Ahora.

La líder de escuadrón no se molestaba en fingir su indignación. Tenía un avanzado sarpullido alrededor del cuello y respiraba arduamente por la nariz.

Zenda observó a Hange a la cara, mientras se relamía los labios en una mueca traviesa. Ella le sostuvo la mirada y alzó el mentón con superioridad a sabiendas de lo que vendría.

— Me gusta verla enojada, señorita Hange — se inclinó hacia ella — Es excitante — susurró.

Levi siseó entre dientes. Actuar con discreción resultaba ser más difícil de lo que esperaba. Estaba acostumbrado a tener el control de sus emociones y suprimir las reacciones espontáneas en la Legión, pero Zenda estaba poniendo a prueba el límite de su tolerancia. Tenía ganas de romperle las costillas y sacarle algunos dientes de lugar. Le irritaba muchísimo su forma de ser tan soberbia y petulante, y la manera descarada con la que coqueteaba con Hange. Había un aire lúgubre y perverso en cada uno de sus comentarios hacia ella. Y eso no le gustaba para nada. Sus intenciones no eran sinceras, mucho menos genuinas como las de él o Moblit. Parecían forzadas...

De pronto, un pensamiento se filtró en su conciencia y lo embargó de terror. Se esforzó por detener la inquietud, pero era inútil.

¿Cómo no se había dado cuenta antes?

Paige había sido la mejor amiga de Hange.

Paige estaba con los rebeldes.

Paige le había contado a Zenda sobre Hange.

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