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Los soldados volvieron a quejarse, pero Levi no les hizo caso. Intentando mantener la calma, siguió a Hange entre la muchedumbre. El capitán se abrió camino a empellones, dejando atrás caras largas, protestas y algún que otro manotazo.

Sean y Hunter estaban encolerizados. El primero se interpuso en su camino y le dijo que era una locura trabajar con los rebeldes. Sin embargo, Levi se limitó a responderle con un "enseguida regreso" y continuó tras los pasos despreocupados de Hange.

La líder de escuadrón no se dio cuenta de que él la estaba siguiendo hasta que atravesó la puerta principal del refugio. Antes de que avanzara un tramo más, Levi atrapó su brazo y la obligó a voltearse.

—¿Acaso perdiste la cabeza? —preguntó el capitán—. ¿Aún conservas un poco de sentido común? ¿O lo has perdido por completo?

Hange pestañeó un par de veces. Lo miró a los ojos y, luego, deslizó su mirada hacia el agarre de Levi alrededor de su brazo.

El capitán, al percatarse del contacto, la soltó como si acabara de tocar metal fundido y dio un paso hacia atrás para tomar distancia.

Ella se envaró.

—Se lo propuse a Erwin y él estuvo de acuerdo —advirtió Hange, con una media sonrisa—. No te preocupes. ¿Has visto los planos de la Ciudad Subterránea?

Levi se presionó la frente. Necesitaba hablar con Erwin. Se quitó la mano de la cara y buscó con la vista la presencia del comandante, pero Erwin había desaparecido hacia el interior de alguna habitación. O eso creía.

—Sí —respondió el capitán, su voz le falló por el cansancio—. Y no hay otra forma de entrar que no sea por el socavón custodiado por los delincuentes.

—Erwin está pensando una opción para ingresar sin que se den cuenta —informó Hange—. Pero creo que eso implicaría ser más arriesgados.

<<Como todo lo que planea Erwin>>, pensó Levi.

—¿Tienes idea de lo peligroso que es lo que piensas hacer? —inquirió, negándose a zanjar el tema de los rebeldes—. Ellos van a conocer nuestros movimientos.

Hange borró su sonrisa y se puso a la defensiva.

—También es peligroso que no sepamos nada de ellos —sostuvo—. Ni cómo piensan ni cómo se mueven. Para bajar a la Ciudad Subterránea y enfrentar a Gilbert, debemos aprender a trabajar en equipo. Además, Zenda y Paige han pertenecido al cuerpo de entrenamiento así que no entiendo por qué te quejas tanto. Sé lo que estoy haciendo.

Levi suspiró. Casi podía leer la mente de Hange en estos momentos.

—Sí, también sé lo que intentas hacer —dijo—. Es ridículo.

—A Erwin no le pareció ridículo —contestó Hange, con una postura tan firme que a Levi se le aceleró el corazón. No solo porque era difícil convencerla cuando algo se le metía en la cabeza, sino porque, además, era excitante verla segura de sí misma, desafiando a la humanidad, con la barbilla en alza y una sonrisa orgullosa en la cara.

Levi alejó el pensamiento para darle prioridad a una reflexión aún peor.

—¿Crees que puedes hacerlos cambiar de parecer, ¿cierto? —barruntó—. ¡No puedes salvarlos! ¡Acéptalo! ¡Tu intromisión va a matarnos a todos!

Hange curvó otra sonrisa y, acto seguido, se rió como si Levi le acabara de decir una broma muy graciosa.

—¡Claro que no, capitán! —expresó, moviendo la mano en el aire con floritura—. ¡Tengo todo bajo control!

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