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—Cincuenta y uno —contó Hange, y se desplomó en la hierba.

—No es suficiente.

Ella apenas levantó el cuello y miró a Levi arbitrariamente por encima del marco de sus gafas.

—¿Cómo que no es suficiente? —protestó. Había pánico en su rostro sudado.

—Debes llegar hasta cien.

Hange se sentó al instante.

—Ni hablar.

Había empezado a caer la tarde cuando Levi decidió volver a entrenar a Hange en la parte trasera de la casona. Erwin le dio la autorización de continuar con su entrenamiento, pero les prohibió a ambos usar el equipo de maniobras a larga distancia. Enterado de las declaraciones de Paige, Darius estaba preocupado por un posible ataque rebelde y dio la orden de reforzar la seguridad del refugio tan pronto comenzara a anochecer.

El escuadrón de Mike estaba señalando sus respectivas ubicaciones dentro del terreno a través de un mapa que Levi les había dado con anterioridad. Lynne y Henning se hallaban reunidos con dos miembros de la Fuerza de Guarnición muy cerca de allí. La mujer se llamaba Anka y el hombre Tidian.

—Eres una floja —le dijo el capitán a Hange.

—¡No puedo más! —rezongó la líder de escuadrón—. Es demasiado. ¡Ya hice cuatro series! ¡Me duele la panza!

—Para ser una soldado de alto rango tienes un pésimo estado físico.

—Eso no es cierto —masculló la chica entre dientes—. ¡Soy muy hábil!

—Pero te falta fuerza —Levi le lanzó una mirada significativa—. Y no he dicho que pares, Cuatro Ojos. ¡Vamos!

Con un fastidio palmario, Hange resopló, echó la espalda hacia atrás, contra la hierba, y cruzó los dedos detrás de la nuca.

—Cincuenta y dos —contó, a la vez que hacía un abdominal—. Cincuenta y tres...

Levi la observaba con los brazos cruzados. ¿Qué mierda eran esos abdominales? ¡Ni siquiera alzaba el pecho!

—¡Tienes que hacer más fuerza con el abdomen!

—Capitán Levi —Petra apareció desde la derecha—. Hemos terminado de limpiar el baño del subsuelo y el resto de las habitaciones.

—De acuerdo —contestó Levi—. Continúen con los dormitorios restantes. Menos el primero a la izquierda. Allí está el rebelde.

La chica movió la cabeza y apretó un puño en el pecho. Hange volvió a incorporarse sobre la hierba. Cualquier excusa era perfecta para interrumpir su entrenamiento.

—En serio no puedo creer que hayas logrado que tu escuadrón limpiara todo el subsuelo.

—En realidad, Mayor Hange —intervino Petra, con cierta deferencia—. Había demasiada mugre. Creo que ninguna persona normal puede permanecer mucho tiempo en las horribles condiciones en las que encontramos el baño y los dormitorios.

—Ella no entra en la categoría de persona normal —apostilló Levi.

—Él tampoco entra en esa categoría —se rió Hange.

—Me da igual —Y era verdad—. Al menos, no me comporto como un titán anormal.

Petra soltó una carcajada y miró a ambos soldados de hito a hito.

—Ustedes dos son muy buenos amigos, ¿cierto? ¡Nifa siempre lo dice!

El capitán sintió un vuelco en el estómago. ¿Qué demonios le decía Nifa? ¿Acaso Petra sabía lo que sucedía entre Hange y él?

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