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Tras una nube de vapor, el titán cayó al suelo y Levi brincó hacia el tejado de una casa abandonada. A su lado, a unos pocos metros a la derecha, Hunter y Sean aterrizaron luego de acabar con otros dos colosos a la zaga.

Al ser invierno, el sol salía tarde por el este y la Legión aprovechó para iniciar con la expedición pactada durante la madrugada. Como siempre Levi y Mike escoltaban a Erwin, mientras que Hange se hacía cargo de la retaguardia.

Habían transcurrido dos días desde que la soldado lo había ayudado con su herida de bala en el brazo y, a partir de entonces, Levi decidió evitar a Hange a toda costa. Cada vez que la veía en el comedor, se sentaba en la mesa más alejada a ella o regresaba a su oficina. Si la encontraba por los pasillos, giraba y se enfilaba hacia el lado opuesto. En los entrenamientos, le dirigía la palabra para responder lo justo y necesario. Para su suerte, la chica descansaba en el primer piso, junto a la habitación de Mike, y no la frecuentaba durante las noches. Lo que era un gran alivio.

Levi no quería verla. Tampoco tenerla cerca. Hange era el disparador de un montón de sensaciones abrumadoras a las cuales él no estaba acostumbrado a experimentar.

Además, la semana entrante iría a matar a Lobov y no tenía idea de lo que podía llegar a suceder. Debía considerar todas las opciones. Si las cosas resultaban como Levi las tenía prevista, no significaría más que sumar otra muerte más a su enorme historial, pero si los acontecimientos jugaban en su contra, probablemente no regresaría a la Legión.

No quería que Hange sufriera su partida.

También se sentía culpable por Erwin. Creía que de alguna forma le estaba fallando a su comandante. El capitán había jurado que lo seguiría a diestra y siniestra, que hasta incluso lo protegería con su vida de ser necesario, pero vivir con la idea de que sus mejores amigos murieron sin justicia resultaba intolerable. Si despedirse de Erwin y los demás le generaba una sensación incómoda en el pecho, con Hange el sentimiento era prácticamente devastador.

Luego de que ella hubo partido de su habitación, el capitán experimentó por primera vez en su vida un hormigueo que lo hacía desear lo que siempre temió. Quería explorar el cuerpo de la chica. La imagen de Hange, con la ropa mojada y ceñida al contorno de su cuerpo, asomando sus curvas y despuntando sus senos, no hizo más que atormentarlo durante toda la noche.

Lo único que calmó la excitación de su entrepierna fue el dolor de su brazo y lo que sucedió después. Cuando ingresó al baño, se encontró con todo la cerámica mojada, sangre seca en la bañera, el espejo empañado y la ropa húmeda de Hange hecha un revoltijo en el suelo.

El endurecimiento pasó a ser una furia indomable. Levi se enfadó tanto, pero tanto, que agarró las cosas de Hange, se las envolvió en una bolsa, bajó las escaleras y las dejó en la puerta de su habitación con una nota que rezaba: "ropa sucia".

Eso fue el único contacto que hasta entonces había tenido con la líder de escuadrón y esperaba que la relación entre ambos continuara en ese modo distante, como simples compañeros de trabajo.

-Capitán -se anunció Sean-. La zona ya es segura.

Levi se acomodó la capa del uniforme y limpió la larga hoja de su cuchilla. El brazo le latía por la herida, pero podía soportarlo.

-¿Ya no hay más titanes a la vista?

-No, señor -replicaron Sean y Hunter a la vez.

-Revisen el perímetro en busca de heridos.

-Si, señor -tras activar el equipo de maniobra, los dos soldados desaparecieron de su vista.

El capitán ladeó la cabeza y avistó al comandante.

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