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Al día siguiente, el entrenamiento transcurrió con normalidad. Realizaron un circuito de resistencia y practicaron nuevamente el uso correcto del equipo de maniobras tridimensional.

Pasadas las tres horas, Keith los esperaba en el claro del bosque. Era otro ejercicio, esta vez ofensivo, similar al realizado la semana anterior cuando Levi se unió a la Legión. Consistía en marcar con hojas metálicas la mayor cantidad de figuras de madera posible. Estas figuras, de más de diez metros de altura, tenían una goma en la zona cervical y eran manipuladas por otros soldados desde un andamio para imitar los movimientos torpes de los titanes.

Levi terminó primero, derribando más de diez titanes de madera en menos de dos minutos, al igual que la primera vez. En segundo lugar quedó Fenrir Rei, y en tercero Paige Stone. Por la tarde, después del almuerzo y los entrenamientos cuerpo a cuerpo, se reunieron cerca de los establos para fortalecer el vínculo con sus caballos.

—En una expedición peligrosa, un caballo puede ser un gran aliado —había dicho Keith. —Deben generar un vínculo de confianza con el animal. Este debe reconocer su voz, su tacto y responder a un nombre o llamado.

Keith llevó dos dedos a la boca y emitió un silbido suave, agudo y largo. El sonido resonó por el establo y un caballo asomó desde las cuadras. Repitió el silbido y el caballo se acercó a él tranquilamente. Keith acarició el bocado con las manos y montó en cuanto el animal se acercó, con la cola y las orejas relajadas, indicando que estaba atento y relajado bajo las órdenes de su dueño.

—Probablemente muchos de ustedes ya hayan desarrollado un vínculo con sus caballos durante su entrenamiento inicial, pero reforzar esa relación nunca está de más —explicó Shadiss mientras acariciaba la cerviz de su caballo. —Después de todo, son criaturas leales y afectuosas.

Levi había elegido una yegua, la misma con la que había cabalgado en su primera expedición. Con una cuerda alrededor de su hocico, esperaba en el extremo opuesto del establo. No quería ponerle un nombre específico para no atribuirle una identidad que pudiera perder durante el combate.

—¡Carajo! —exclamó Conan a su lado, pasándose la mano por su cabello oscuro. —¡No entiendo por qué tenemos que seguir entrenando como novatos! ¡Quiero salir a matar a esos titanes de una vez por todas!

—Hay que entrenar todo lo que podamos para las próximas expediciones —explicó Hunter calmadamente. —¡Lizardo, ven aquí —Ningún caballo en el establo se movió. Hunter tiró de la cuerda que sostenía en sus manos. —¡Maldición! ¡Lizardo, ven aquí!

—¿Qué sabes tú sobre las expediciones? —preguntó Sean a Hunter, quien aún no había llamado a su caballo.

Fenrir, agachado, tomó la palabra. —Me pregunto lo mismo —mirando a Hunter, dijo: —¿Por qué tu caballo te está ignorando?

Hunter suspiró frustrado. 

—¡Porque es un maldito imbécil! —murmuró, luego se dirigió a Sean. —La verdad es que sé tanto como los rumores. Al parecer nos dividirán en tres escuadrones. Uno liderado por Erwin, otro por Mike y el último por el Comandante Shadiss, quien además dictará las órdenes generales.

—¿Y por qué tanto entrenamiento? —preguntó preocupado Conan. —¿A qué nos enfrentaremos?

—A los titanes —dijo Paige apareciendo detrás de Conan, montada en su caballo, que relinchó junto a la nuca de su compañero. Conan se sobresaltó y dejó escapar un grito histérico. Paige se rió. —¡Ups! Lo siento. Creo Francis te asustó.

Los ojos de Conan brillaban de furia. 

—¡Paige! —masculló entre dientes. —Eres...

—Obviamente nos enfrentaremos a titanes, Paige —intervino Fenrir.— Eres muy perspicaz.

VÉRTEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora