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Nifa soltó un gemido quejumbroso mientras Dawn le enrollaba una venda alrededor de su brazo herido. Hace un momento, su equipo de maniobras falló cuando intentó propulsarse a su posición de guardia.

La soldado perdió el equilibrio y no pudo estabilizarse en el vuelo. Nifa estuvo cerca de lastimarse gravemente si no fuera porque Dawn actuó rápido y la atrapó con su equipo de maniobra.

—Listo —dijo Dawn a Nifa, terminando de darle una última vuelta al vendaje. Nifa lo presionó con la mano para asegurarse de que no se aflojara—. Has tenido suerte, niña. Pude moverme rápido —Dawn señaló su pierna—. ¡No tienes idea de cuánto me duelen estos puntos!

Las dos chicas estaban sentadas, con las piernas suspendidas en el aire, encima de la rama de un árbol. El capitán se encontraba a unos metros y, a pesar de la distancia, escuchaba la conversación de ambas mientras comía unas barras de cereales que la Fuerza de Guarnición había traído de Trost.

Dot Pixis, Anka, Hannes y un par de soldados más habían regresado del distrito hacía unas tres horas. El comandante Pixis dejó la seguridad de Trost en manos de hombres de su confianza y, al volver al refugio, trajo consigo provisiones: alcanfor y vinagre (pedido por Levi), citronela para los mosquitos y las cucarachas (también pedido por Levi), almohadas, sacos de dormir y comida para unos días.

Tan pronto llegaron, el capitán embadurnó, con la ayuda de su escuadrón, todo el subsuelo con un pesticida que él mismo fabricó. Arañas, cucarachas, hormigas y hasta una rata brotaron al instante. Estuvieron trajinando un buen rato antes de aniquilar por completo a todas las plagas.

—Gracias —contestó Nifa—. No sé qué sucedió. Siempre lo reviso antes de usarlo, como la Mayor Hange nos indica, pero parece que no me di cuenta de que estaba averiado. Esta situación me tiene preocupada.

—Pensé que el uniforme de la Legión era más resistente como para que lo rompan unas simples ramas.

—No —respondió Nifa—. Es liviano y de algodón, al igual que el resto de las otras fuerzas. Supuestamente es para que sea más fácil movernos por el aire a la hora de enfrentar a los titanes.

Levi las observó de refilón. Dawn había recogido su cabello rubio con una banda elástica. Este latigueó detrás de su espalda apenas movió la cabeza en dirección a Nifa.

—¡Vaya! —exclamó—. Eso no lo sabía. Deberían cambiar el material de los uniformes, ¿no crees?

—Con mi líder de escuadrón estábamos trabajando en eso antes de que todo esto sucediera —contestó Nifa—. Tú eres la amiga de Fenrir, ¿cierto?

—Así es —la oficial de la fuerza militar le tendió la mano y Nifa la sostuvo animada—. Me llamo Dawn.

—Nifa —dijo ella—. ¿De dónde conoces a Fenrir?

—Vivimos un tiempo juntos de niños —explicó la joven—. Digamos que mis padres ayudaron mucho a los suyos. Me alegra volver a encontrarlo. ¿Tú también eres su amiga?

Nifa tardó un rato en responder.

—Bueno —expresó, dubitativa—. No. No lo conozco demasiado. Él... no me soporta.

—¿En serio? —preguntó la chica—. ¿Por qué?

—Soy muy extrovertida.

—Él es muy tímido —aseguró Dawn—. Y también es un dolor de cabeza.

—Sí, lo he notado —dijo Nifa, algo compungida—. Ya no sé qué hacer para agradarle.

—Deja de intentarlo, niña —replicó Dawn—. Si a él no le gustas como eres, es su problema. No debes cambiar por nadie más que por ti. ¿Cuántos años tienes?

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