29

1.1K 108 224
                                    

La líder de escuadrón echó hacia atrás su capucha y suplicó una vez más.

-Paige -la llamó, como si le faltara el aire-. ¿Quién es tu líder y qué es lo que quiere?

-Ya te he dicho que no diré nada -masculló la chica-. ¡Lárgate de aquí!

Hange exhaló con amargura.

-Levi...

El capitán atravesó con la hoja metálica el hombro de la joven. Paige soltó un grito angustioso y sus ojos verdes se llenaron de lágrimas cuando el metal le perforó la piel. Acongojada, Hange apartó la vista, engulló aire y volvió la cabeza hacia su amiga una vez que Levi sacó la cuchilla del interior de su hombro.

-Paige, por favor -susurró Hange.

-Pueden torturarme todo lo que quieran -contestó la joven, sobando las lágrimas por la nariz. Su aspecto era débil y macilento como un insecto aplastado-. No hablaré.

Los cinco miembros de la Legión estaban en una habitación fría y húmeda. La misma que el comandante había indicado. El suelo era de madera ahuecada mientras que las paredes estaban embadurnadas con tierra y cal. No había muchas cosas. Solo un camastro viejo y mancillado, junto a una cómoda podrida y cubierta de polvo. El capitán reconocía el estilo precario e inhóspito. Era como si hubiera vuelto al burdel en donde tanto tiempo vivió con su madre. ¿Cuántas mujeres habían sido sometidas y maltratadas sexual y moralmente en ese mismo lugar?

Paige se encontraba en el centro de la habitación. Mike y Levi le habían reforzado el agarre de sus muñecas y amarrado los pies a las patas de la silla para que no se moviera. Hange había tomado asiento frente a ella. Su expresión era severa, pero Levi podía percibir lo mucho que la angustiaba lastimar a su mejor amiga. El desánimo también la tenía agotada. Hacía más de una hora que estaba presionando a Paige para que hablara y no había conseguido más que risas y muecas socarronas de su parte. La situación era agónica.

El comandante Erwin encendió tres lámparas de aceite para iluminar el espacio oscuro y estrecho. Erwin había decidido no intervenir en el interrogatorio, pero sí estar presente con el resto de sus soldados por el bienestar de Hange. Paige era peligrosa.

-No hagas esto más difícil, Paige -le suplicó la líder de escuadrón.

-Lo siento, Hanji -contestó Paige-. Pero no hablaré.

La mirada de Hange se cristalizó y volvió a suspirar. Levi, de espaldas a Paige, observó a Hange esperando la señal que no tardó en llegar. La soldado le hizo un gesto con la cabeza. El capitán asintió y volvió a insertar la cuchilla en el hombro herido de la chica, mientras la sangre brotaba a través de toda su ropa.

Paige echó el cuello hacia atrás y se dirigió a Levi. La sangre de su frente, que había caído alrededor de su nariz cuando golpeó a Hange, estaba seca.

-Estás disfrutando esto, ¿verdad capitán?

-No tienes idea -contestó Levi, al tiempo que tomaba distancia de ella.

-Paige, por favor -intervino la líder de escuadrón. El capitán Levi se colocó a su derecha-. Necesitamos resolver esta situación de inmediato. No hace falta que te lastimemos. De verdad.

La chica bajó la vista y alzó las comisuras de sus labios en una sonrisa ladina.

-No le diré nada, Mayor Hange -siseó-. No insista.

El sarcasmo de Paige provocó que Hange perdiera la paciencia.

-¿Qué demonios sucede contigo? -gruñó-. ¿En qué te has convertido?

-No me he convertido en nada, Hange -la chica levantó el mentón-. Siempre he sido la misma persona. Solo que recién lo has descubierto.

-Tú no eres así -refutó Hange, con una expresión lastimera en la cara-. Tú eres una buena persona. Lo sé. Tú...

VÉRTEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora