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Paige bajó el arma y se entró a reír. 

Levi la miraba entre sorprendido y confundido por su reacción. Le parecía totalmente surrealista.

La chica cayó de rodillas y abrazó su estómago mientras se destornillaba de risa.

-¡Tendrías que haber visto tu cara! ¡Fue muy divertido! ¡Ay! ¡Es muy gracioso! -La joven acostó la espalda sobre el tejado y apuntó el arma hacia el firmamento con aire nostálgico-. Creí que nunca volveríamos a vernos, Levi. No has cambiado nada. Sigues siendo el mismo enano desabrido de siempre.

-Y tú sigues siendo una zorra -soltó-. ¿Cómo demonios estás viva, Paige?

Paige miró al capitán a través de sus ojos verdes y hundidos. Levi notó el vacío en su mirada ojerosa. Debajo de la capa, llevaba una camisa ceñida negra, un pantalón gris y unas oscuras botas de cuero. Había mantenido el cabello corto a la altura de los hombros y eso era lo único que reconoció de su antigua compañera de tropa. La mujer que estaba frente a él, acostada en el tejado de una casa, lo observaba con odio y malestar.

-Eso es algo que no puedo decirte -farfulló y, acto seguido, alargó el brazo y disparó.

Levi saltó y esquivó las balas. Empuñó sus cuchillas y se precipitó hacia Paige. La joven anticipó el ataque. Se incorporó, queriendo escapar, pero Levi era demasiado veloz. La agarró de la capa y estrelló su cuerpo contra el tejado nuevamente. Paige quedó boca abajo, con los brazos y las piernas extendidas. El arma que enarbolaba se le zafó de las manos y terminó a pocos centímetros de sus dedos. El capitán la alejó con su cuchilla.

-¿Por qué carajo estás matando a la policía interior, Paige? -Levi se sentó a horcajadas sobre ella-. ¡Vamos! ¡Habla! ¿Para quién estás trabajando? ¿Quiénes son tus compañeros? ¿Dónde has estado todo este tiempo?

Paige sonrió. Estaba huesuda y deteriorada. El sol, que le pegaba en la cara, revelaba su piel cetrina.

-¡OH! -exclamó-. ¡Ya me he mareado de tantas preguntas! ¿Acaso estás nervioso? ¡Tú no eres de hablar mucho!

Levi encogió los ojos y clavó el filo de su hoja metálica al lado del rostro de Paige, entre el hueco que formaba su perfil y su brazo extendido. La hoja reverberó como un diente de planta.

-Habla.

-No te tengo miedo -dijo ella, y empezó a sacudirse bajo su agarre-. ¡Mátame! ¡Vamos! ¡Mátame, Levi! ¡Tú puedes!

El capitán se esforzaba por retenerla, pero Paige estaba fuera de sí. Levi aflojó el agarre. Ambos se miraron fijamente. La aversión en los ojos verdes de la joven le revolvió el estómago. Su mirada intrépida y temeraria le recordaba a la vida subterránea. ¿Estaba realmente dispuesta a morir?

Fastidiado, el capitán chasqueó la lengua, retiró la cuchilla y se apartó de la chica. La imagen de Conan y Hange le sobrevino a la mente. No podía asesinarla. Primero, porque quería información. Segundo, porque era una persona importante para sus amigos. Tomó el arma de Paige y la enfundó en el cinturón de su uniforme para evitar otro ataque de su parte. Después, le dio espacio a la mujer para ponerse de pie.

La joven se incorporó a los tumbos. Movió el cuello de un lado al otro, agachó la cabeza y soltó una risotada espeluznante.

-¡Qué divertido! -La risotada se transformó en un par de carcajadas hilarantes que hicieron sacudir su espalda en pequeños espasmos-. ¡Sabía que no lo harías!

-Escucha...-Paige levantó la cabeza y Levi se quedó a medio hablar. Su fastidio se esfumó y le dio paso a un terrorífico asombro.

El brillo acuoso en su mirada, sus ojos verdes abiertos de par en par, la forma en que se relamía los labios, mostraba sus dientes y respiraba agitadamente... Estaba extasiada por la locura.

VÉRTEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora