"10"

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"It's alarming, truly, how disarming you can be
Eating soft ice cream, Coney Island queen"

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      Tuve un orgasmo provocado por los habilidosos dedos de Eros, en la cima de una noria. Repetirlo no lo vuelve más real, pero evocar esa memoria me brinda deliciosos retorcijones en el vientre, después de un fin de semana de tareas, proyectos y prácticas, me vendría de maravilla otro, en un baño, en la sala de profesores, en el almacén, donde sea, pero de él.

Parece que lo hace a propósito, para desquiciarme. Me besa como nunca nadie lo hizo, fuera de control, con ansias desbordadas, me toca fungiendo una lentitud delirante, acompasada, hasta hacerme perder la vergüenza, pidiendo por liberar la atosigante tensión.

El recuerdo me lleva a inclinarme más adelante, rozando el punto plagado de nervios a la pretina del pantalón, tratando de replicar la exquisita sensación, pero no recibo más que un destello.

Bajo todavía más la capucha de mi suéter, escondiendo el rostro de la irritante luz quemándome las retinas y del acecho de sus ojos. No son más de las ocho de la mañana, demasiado temprano para irme al ruedo con sus frases tontas y miradas intensas.

Bosteza, masajeándome la sien. La pastilla contra el dolor de cabeza comienza a surtir efecto en mi sistema.

Estos dos días se sintieron como encapsular un siglo en cuarenta y ocho horas, no terminaba una guía de preparación para la prueba universitaria cuando esperaba la impresión de la segunda. Las horas de sueños se reducen, las tazas de café aumentan, la motivación es intermitente pero la disciplina perenne.

Este no es mi país, tengo miles de candidatos de mentes brillantes, codiciosos del mismo objetivo que yo, nacidos y crecidos aquí. Dormir a las diez de la noche no es una opción para mí.

—Sol...

Si tan solo pudiese tener un cerebro fotográfico, como un celular de alta gama, mi vida estaría resuelta.

—¡Sol!

Profiero un sonido de molestia, el chillido de Hera se clava como agujas en mis tímpanos.

—¿Qué carajos pasa?—pregunto, sonando como si atravesara una gripe.

Hera baja el rostro hasta asomar un ojo por la rendija de mis manos encapotando mi cara.

—¿Estás bien? ¿Si quiera estás viva?

La risa de Paula truena en cada rincón del aula.

Asiento con poca animosidad y reposo las manos encima del escritorio. Hoy Lulú quiso sentarse con Hunter y Paula al ver el puesto libre, lo ocupó sin pensarlo. Parece que discutió con su querido novio.

—Solo que tengo sueño, es todo.

Hera se incorpora, enderezo la postura, notando la presencia de Eros en la puerta del aula charlando con unos compañeros. Su alta y formidable figura de garbo impoluto, contrastando con insultante exageración con los chicos vestidos con prendas deportivas.

Desvío la mirada al rostro de Paula que sonríe con picardía. A veces olvido que nos encontró en la fiesta de Joaquín compartiendo más que palabras en las escaleras, la borrachera no le borró la imagen de la cabeza, confirmo.

—No deberías quedarte despierta tan tarde, ¿sabes que el estrés te puede dejar hospitalizada?—menciona Hera—. Lo leí en una revista médica.

No quiero ni pensar el coste de un día en un hospital, así que descarto la posibilidad.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora