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          —Vamos a Las Cataratas del Niágara, Hera, no a la Fashion Week.

Nueve y poco más de la noche, a menos de veinte minutos de arrancar a un viaje por carretera a la frontera con Canadá, toda la noche, en pleno invierno, y a Hera no se le ocurrió mejor idea que usar lentes de sol.

El ruido de los motores de los autobuses, la noche sumida en oscuridad, libre de estrellas, la luna oculta tras las nubes, el frío traspasa las capas de ropa, pincha los huesos y las caras de absoluta agonía del resto, conforman una película de suspenso. La falta de entusiasmo general sepulta el  poco ánimo que me quedaba, parece que vamos a un funeral y no a conocer un nuevo lugar en la pelota del mundo. Intuyo que están aquí por la misma razón que yo, los dos puntos sobre la materia más baja.

Las puertas del bus se abren detrás de Tyler, por fin, y él sigue plantado como una mierda en un parque. Los de atrás se quejan, hartos de esperar.

—Por tus harapos puedo notar que tú si lo tienes claro—rechista Hera, dándole un empujón para subir—. Apártate.

Reviso el trozo de papel que me han dado al firmar la asistencia, puesto diecinueve, Eros el veinte, hace semanas le pregunté si vendría y me había dado un sí receloso, pero ha cumplido. Estuviese explotando de la emoción si el inconveniente con Hera y el problema con el detestable de Henry no existieran, pero me cuesta despegar la alegría del suelo cuando una de mis mejores amigas tiene el orgullo de titanio y otra se recupera de un susto terrible.

Hace dos días que aconteció la discusión en casa de Jazmín, sé que Eros la obligó a sentarse delante de él esa noche y estuvo a punto de abrirle el cráneo para inscribirle en el cerebro el camino erróneo que ha cogido, y resultó efecto, pero, ¿cómo me ha pedido disculpas?

Con un batido. Enviado con Hunter.

Yo no quiero un simple 'discúlpame, Sol' escrito en el vaso, yo deseo que tenga a mí y me lo diga de frente, sentarnos a conversar como personas racionales y no desquiciadas que se señalan y acusan entre gritos.

Me apodero de la ventana mientras Eros sube la mochila al compartimiento en la parte superior; espero que ocupe el puesto para extender la cobija que nos he traído encima de las piernas, la misma del viaje a Albany. Espero dormir todo el jodido camino, le he rezado a la entidad disponible, buena o peligrosa, que me otorgue la fantasía de un sueño profundo y no pequeños adelantos de uno.

Lulú ingresa y seguido lo hace Hunter arrastrando una maleta con ruedas rosa en miniatura, revisa el papel del asiento asignado, se detiene en el par delante de Hera y Lulú, diagonal al de nosotros. Monta el equipaje al asiento que da al angosto pasillo, sube el de Lulú y el suyo y toma lugar junto a la ventana permitiendo el fluir del resto del grupo, en silencio, arrastrando las pisadas muertos recién levantados de su descanso eterno.

—¿Vas a dejar eso ahí?—pregunta Tyler al pasarle a un lado.

—Hera pagó por un puesto extra para su equipaje de mano—repone Hunter, encogiéndose de hombros—. Sigue caminando.

Los puestos se van ocupando paulatinamente, por lo visto no soy solo yo quien busca dormirse apenas nos pongamos en marcha. Debe ser la sensación de encontrarnos en vacaciones navideñas y todavía tener que entregar un último trabajo y vernos las caras cuando todos duermen en sus camas.

Tanteo entre los asientos por la palanca, doy con ella pidiendo en silencio que funcione, lo hace, el espaldar cae despacio. Allen, el chico detrás se queja pero le mando a callar siseándole de vuelta, no pasaré las horas rígida ganándome una tortículis por sus lamentos.

Eros me mira con la pregunta rondándole los ojos, le evito el bochorno que sé le daría preguntar y meto la mano en medio de los puestos otra vez, bajando su palanca y por un efímero momento, veo un rastro de vergüenza difuminarse de su semblante. Esto se suma a esos pocos recuerdos dónde yo soy quien le enseña algo a él, puede que sea insignificante e incluso estúpido, pero siempre es él quien me adiestra, en diversos sentidos, pero ser yo la que tenga esa clase de poder proporciona una especie de satisfacción que solo en estos momentos soy capaz de sentir.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora