EXTRA III

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"Abrazar a la muerte"



            No estaba bien, algo no era acorde al ambiente.

La siniestra y extenuante sensación de tener unos malditos ojos clavados en la nuca la padezco desde hace mucho, mucho tiempo. Al inicio no me jodían, crecí y continúo llevándome la atención de millones de ojos, de toda clase de intención.

Pero estos, estos no son cualquiera, estos no me mira desde abajo, estos me observan desde una posición que no considero a mi altura, nunca la alcanzaría, pero se le acerca peligrosamente.

No recuerdo el momento exacto, porque se ha vuelto costumbre. El problema, es que ni estando lejos, era libre de ello.

Paseo la mirada lentamente por la estancia, el ruido de las voces y estallidos de risa por encima del sonido de la orquesta. Cuento las caras que me interesan, todo podría estar acorde a lo esperado, si paso por alto que ni Lulú ni Helsen se encuentran a simple vista. Es entonces que regreso la vista a Sol, una cabellera castaña que asumí, era la de Valentina, captura mi atención.

Agudizo la vista tratando de recordar de dónde se me hace conocida, nada viene a mi mente. Perdería el interés por ello, si mi recién nombrada arbitrariamente esposa, no tuviese esa mueca de incomodidad en los labios, maquillados de rojo.

La desconocida se da la vuelta, y el rostro de Guida me trae recuerdos que mucho tiempo sepulté. Por un instante, su mirada choca con la mía, ella baja la cara, como si no soportase verme, y se pierde entre la multitud. ¿Le habrá dicho a Sol sobre...? No, no soltaría un detalle como ese a alguien que no conozca, quiero creer.

La desazón que me ha dejado la presencia de la chica, se agrava al divisar la cabellera rojiza del payaso de Meyer dirigirse directo a Sol. Jamás me había caído tan pésimo que un hombre se acerque a ella, hasta el momento que el hijo de Dietrich lo hizo. Observar como la recorre con la mirada me causa náuseas, como si fuese algo que él tiene la posibilidad de comerse. Detesto que converse con ella, me asquea que compartan el mismo ambiente, el mismo aire...

—¿Estás de acuerdo, Eros?

La voz de Ulrich me trae de regreso a la conversación, muevo los ojos a su cara, tensa, conteniéndose de mandarme al demonio. No tengo cabeza para esto, necesito estar enfocado en acabar la fiesta con todos sanos y a salvo, necesito volver a Nueva York, enfrentarme a lo que sea que venga con Sol, y en conseguir las pruebas que necesito.

Cerrar un maldito contrato que ni siquiera mi firma requiere, es lo último en mi lista de prioridades esta noche.

—Perdonen—digo, pasándole a Ulrich por un costado, ignorando las balas que me dispara con los ojos.

Me apuro a llegar a ellos, contando números del diez al uno, apaciguando el ardor que me quema la razón.

—Ah, muchas gracias, no hacía falta—escucho a Sol decir.

Antes de que Meyer le responda, doy un paso al costado ingresando al campo de visión de ella.

—Sol—digo, extendiéndole la mano—. ¿Vamos a bailar?

Ignoro la existencia de Meyer, el vaso de resignación diario de paciencia se me agotó al sacar a Jamie a patadas de aquí, y dudo que agarrarme a golpes, sea lo que la abuela espera de mí esta noche.

Ella recibe mi mano de inmediato, me da la impresión de que luce aliviada por eso. Me adueño de su cintura, guiándola a un costado del montón de personajes haciendo el ridículo. Paso de ellos también, llevando las manos de Sol a mi cuello, abrazándola contra mi pecho, cerca, tan cerca, pretendiendo fundirla en mi piel, aspirando la mezcla perfecta de su perfume y el mío, componiendo la más sutil y exquisita fragancia.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora