"35"

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          La expresión ilusionada de la mujer cae y se levanta al instante en una mueca de desprecio irascible y trastocado. No se esperaba el rechazo y yo ciertamente, no prevenía una irrupciónde esta manera.

En mi memoria no hay ni un recuerdo que incluya su nombre, lo que me deja dos teorías: o tiene tan poca importancia que pasaron de ella, o tiene tantísima, que se abstienen de nombrarla para evitarse el malestar, porque sé de Guida, no de... Bertha, la mujer de divina figura que me sentencia a muerte con la vehemencia perniciosa de su mirada.

La puerta se abre un poco más, Hera ingresa impetuosa y altanera a la habitación empujándole del brazo. En sus manos carga mi abrigo, en su rostro, el severo del incordio endureciendo sus facciones. 

—Eso me gustaría saberlo también—repone Hera, acercándose a mí con la intención de ayudarme a cubrir mi dignidad.

Más allá de ella, Hunter y Lulú ocupan el pasillo como unos muñecos de videojuego esperando recibir instrucciones. Eros tranca la puerta en la cara de la mujer, busca mi mirada pero Hera lo impide, ayudándome a recoger mi ropa dispersa por el piso. No podía explicar cuando desafortunado y embarazoso es el escenario, Hera extendiéndome mi ropa interior y Eros trasladándose al baño con la suya en la mano, todo, desencadenándose frente a los ojos de su hermana.

Ninguno pronuncia nada, en la habitación no se oye ni el amago de un suspiro, todos tratamos de comprender la visita inesperada, quiero creer.

La ausencia de sonido se rasga con lo que suena una exigencia de Bertha. Abrocho el botón del pantalón en el instante que Eros sale del baño vestido, secándose el rostro. Me observa unos segundos, unos que me saben a cuestionamientos y dudas, él hace el intento de decirme algo y yo de lo mismo, pero que el ruido de otro golpe en la puerta nos interrumpe vilmente.

Sello los labios y procedo a meter los pies en los zapatos, con la ayuda de Hera para trenzarlos el doble de rápido y apretado, cortándome la circulación de la sangre, aunque desde el primer golpe a la madera que me encuentro sumida en un lapsus de analgesia.

—Ya se irá, ya lo verás—me murmura, finalizando el segundo nudo.

No consigo mi voz, la extravié en el intento de beso de la mujer en el cuello de Eros.

Mis zapatos tocan el suelo soportando el peso duplicado de mi figura. La rozadura entre mis muslos y el desastre de fluidos que no pude limpiar hacen de toda la atmósfera tensa una situación engorrosa. Tendría que esperar a llegar a casa para asearme cómodamente, pensar en eso me hace enfurecer de manera desmedida, ¿por qué tengo que esperar yo? ¿Por qué no espera ella? No sé quién es, qué hace aquí, pero esos trozos de coincidencias que dejé de hurgar hace meses recobran el sentido, y no sé qué tanta paz me atraiga confirmarlo.

No se trata de un asunto que me involucre pero que venga acá a guindarse como un mono contento al cuello de quien resulta ser mi recién proclamado novio, me da el derecho indiscutible de averiguar quién demonios es.

Eros permite que su hermana acomode el abrigo sobre mis hombros, otro impacto sacude la puerta, el grito de la mujer queda suspendido cuando él quita el seguro y  la enfrenta, tomando el gesto más burdo e indolente que le he conocido.

—¿Qué se supone que haces aquí?—interroga, su mano tomando el margen de la puerta con el brazo estirado, cortando cualquier intento de salida o entrada de la habitación.

Ella permanece inmóvil, su postura rígida como una vara y puños ferozmente prensados sus costados, vuelven físico el resentimiento e indignación que promulga su mirada.

—No te comunicaste ni un día conmigo después que abandonaste Bremen, ¿y así me recibes?—expresa a la defensiva. Sus ojos caen en mí y el pecho me arde furioso al compartir contacto visual con ella por un segundo intenso. Su cara se transforma en una mueca violenta y soez que no se esfuerza en ocultar—. Hace meses desperté y miré el país entero empapelado con tu cara y la de esta, pensé que era algún tipo de movimiento publicitario—rechista, volviendo la cabeza a Eros—, qué estúpida fui.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora