"Epílogo"

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    Ella lo sabía.

Más que saberlo, lo sentía.

Él no había dejado de acecharla, de observarla desde un lugar a veces apartado, otras tantas, demasiado cercano.

Al parecer, él nunca se alejó demasiado.

Le había causado un daño tremendo, algunas noches, como esa, lo creía irreparable. Le hizo dudar de todo aquel que la rodeaba, le obligó a cortar comunicación con una persona, para ella, de las primordiales en su vida.

La chica de cabello oscuro sabía que debía tomar acciones, o las consecuencias serían trágicas.

Y no tendría tanta suerte como la última vez.

Sin poder conciliar el sueño, esa madrugada dónde los recuerdos le jugaban una mala pasada, se puso de pie y se encaminó al escritorio. De esa única gaveta, extrajo una hoja blanca de la resma, y bajo la pobre luz de su lámpara antigua, las manos temblorosas y el corazón retumbante, piensa las palabras adecuadas que le ayuden a plasmar en ese papel todo aquello que le aqueja en su mente.

Hoja que ignoraba, sería de mucha ayuda en el futuro.

Sin pensarlo mucho, verificó que el bolígrafo tuviese tinta para empezar lo que ella llamó, la carta del 'por si acaso'.

Por si acaso no me encuentran.

Por si acaso cumple su promesa.

'Querido Hunter, tú, que eres el que piensa con cabeza fría...'

En ese exacto momento, pero en un país distinto, el chico de cabello rubio opaco se distrae leyendo Crimen y Castigo, aunque la lectura no sea lo suyo. Lo hace porque quiere conversar sobre el con la que ahora, recibe el título de su esposa.

Es entonces que se topa con el asesinato y una acidez le atesta el paladar.

Las pesadillas no se iban, le perseguían noche tras noches y en todas, el único sobreviviente era él. Tenía que hacer algo, no podía permitir que el tiempo corriese con el peligro acechando allá afuera, cerca de su familia.

Así que tomo el cuaderno de hojas blancas que su madre le proveyó, el mismo dónde escribía cartas a lo que él llama, la mujer de su existencia y comenzó a desbordar sus pensamientos en esas hojas, a la última persona que él esperaba. No sabía si era el movimiento más inteligente, pero algo había que hacer.

Diez minutos le tomó confesarle sus indagaciones a él, dando detalles ínfimos, pero que al unirlos, formaban una acusación directa. Eros formó un caso, que Sol, sin ella saberlo, le ayudó.

Y casi seis páginas después, rasga las hojas, dobla e introduce en último libro que leyó, Frankenstein. Entonces, luego de verificar que el lapicero tuviese tinta, traza el nombre de a quién no le place, en lo absoluto, llamar su tío, pero a quién necesita para conseguir su objetivo.

Jamie Lehner.


Final del primer libro.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora