"24"

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Una de la madrugada del primer viernes de noviembre y en su honor, November Rain de Guns N' Roses me distrae de los maullidos escandalosos de los gatos del vecindario. Se adueñaron del escueto espacio de las escaleras de emergencia justo fuera de mi ventana. A veces pelean, como ahora, otras tantas hacen cosas, como aquella vez que intenté espantarlos y acabé yo asustada por los gruñidos que me lanzaron.

La voz de Axl Rose es de nueva cuenta opacada por los chillidos. La mirada me arde, la cabeza me palpita y a pesar de sentirme agotada física y mentalmente, el litro de café reposando en mi estómago mantiene a raya el sueño.

Nunca aprendo, literalmente. Incontables veces me dije que estudiar con la mente en pausa es igual a no estudiar en lo absoluto, pierdo horas de sueño valiosas, pero la ansiedad de sentirme cero productiva en mi tiempo libre me obliga a continuar con la pésima rutina. Esto es similar a tratar de llenar con agua un pocillo agujereado, un desperdicio.

Reviso la letra torcida de escribir sin parar las últimas horas eternas, la yema de los dedos adaptada al bolígrafo, el dorso de la mano irritado de tanto arrastrarla sobre el papel. Empiezo a mezclar apellidos de los presidentes con personajes monárquicos, fechas, acontecimientos y un sinfín de mierdas que ya no recuerdo, y en el preludio de Come Together de The Beatles, me doy por vencida, suelto de golpe el lapicero, profiriendo un suspiro de pura frustración.

Afuera, las pisadas de mi hermano y Maddie dirigiéndose a la habitación en medio de carcajadas se repiten en eco en mi cabeza punzante. Me refriego los ojos sin fuerza, al oír la puerta cerrarse de golpe, desvaneciendo el ruido en el acto.

Tengo dos opciones.

La primera, lavarme la cara, cepillarme los dientes y meterme bajo las cobijas a divagar entre a la espera de la venida del adormecimiento, empeorando mi más pesada que fastidiosa preocupación al imaginar un montón de escenarios miserables, comenzando desde el rechazo de todas las universidades, incluidas las últimas opciones. Trato de brindarme alivio recordando que ese no es el único camino, hay montones. Pero luego recuerdo que es el camino que yo deseo, que no me nace elegir otro porque ese, lo siento mío y termino peor.

La segunda. El mismo proceso, con la distinción de mirar una película aburrida mientras me bebo una taza de té de manzanilla. Provocarme el sueño se oye mejor que pensar en posibles maneras de perderlos.

Eso. Veré cualquier película interestelar y evadiré el constante y agobiante punteo de la inseguridad y la zozobra.

Recojo el desastre de cuadernos, libros, post its y resaltadores lo más rápido que puedo, amontonándolos a un costado y doy la vuelta con la idea de dejarlo allí y acomodarlo mañana, pero el pensar en dormir sin resolver ese lío me da la misma sensación que acariciarme la piel con un cuchillo. Inaguantable. Comienzo a meter cada lápiz con el resto, libros con libros, libretas con libretas.

Deslizo las notas junto al resto, contenta de poder saltar a la cama pero mi celular olvidado en las cobijas repica una vez, anunciando el ingreso de un mensaje. En dos pasos me tiro sobre el colchón, el aparato brinca pegándome en la cara, lo tomo cuando regresa a la sábana y me apuro en deslizar el dedo sobre la pantalla, conociendo quién me escribía a esta hora.

'Te ofrezco un batido a cambio de un beso, ¿aceptas?'

Atajo de un mordisco la sonrisa deambulando en mis labios. Tecleo sin filtrar un 'te los doy gratis', pero sueno tan urgida como me siento, tampoco puedo servirme tan fácil siempre, es decir, siempre lo hago y no me molesta, pero por favor...

'Claro, ven a buscarlo al mediodía'

Su respuesta es instantánea.

'¿Mediodía? Baja y hacemos el intercambio ahora'

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora