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—...Lo lícito no siempre es justo ni honesto, y mi favorito: lo que no está prohibido, está permitido.

En la oficina solo se puede oír el arrastre del lápiz sobre la hoja y los carraspeos del abogado. Mi muñeca adolece debido a todo el testamento que he escrito y que tendré que descifrar luego, la velocidad con la que Andrea habla me hace escribir jeroglíficos ininteligibles.

La primera semana del año recibí la propuesta de Andrea para que le acompañase por las tardes en el bufete, sin lugar a dudas me aventé a contestar que sí, pero al chocar con el horario de trabajo, ahora lo comparto con Lulú. Ella trabaja de jueves a sábado y yo de lunes a miércoles, las dos salimos ganando. Aunque me pesa en el bolsillo el recorte de sueldo, nutrirme de información valiosa de la mano de Andrea no me desmotiva. A fin de cuentas, ¿qué persona no quisiera esta oportunidad?

Eso pasó hace un mes. Hoy el calendario en la pared, avisa que estamos a nueve de febrero, el SAT está a la vuelta de la esquina, sufro un pequeño ataque al corazón cada vez que lo recuerdo, por más que trate de darme ánimos, de recordar que mis notas se mantiene en la cima y he estudiado por más de un año por esa prueba, los nervios ligados a la insistente ansiedad juegan en mi contra y terminan victoriosos.

En tres meses culminaré el año escolar, ¡tres meses! El tiempo transcurrió en un borrón. Siento que fue ayer cuando aterrizó el vuelo desde Caracas y viví dos semanas con la ropa en la maleta por pereza a devolverla a las gavetas.

Parece que fue ayer que entré al apartamento de Hera y me tropecé con la chica furiosa y la mirada intensa de Eros.

Me restriego los labios, la resequedad en ellos me avisan que necesito ir a recargar la botella de agua, pero salir de la oficina y encontrarme con las miradas de incredulidad y desconfianza del resto del personal, que ya he oído, acusan a Andrea de nepotista, no es gran incentivo.

Incluso, hay cierto rumor de que me ha traído aquí con él porque compartimos una relación de índole sexual, lo que casi me hace vomitar a los pies de Cecil.

Anoche después de mirar un documental en el canal de misterios, una duda se estancó en mi mente, en medio de un río de interrogantes que he estado vaciando en el cuaderno maltratado que traigo conmigo. Levanto la vista al abogado, él arquea una ceja invitándome a continuar. Ya conoce mis gestos.

—Cuando se habla de la doble persecución, ¿a qué se refiere?

Limpia el borde de su boca con una servilleta, acomodándose recto en la silla. Me preparo para seguir escribir.

Non Bis in Idem. Prohibición de acusar dos veces a una persona por el mismo cargo luego de haber sido absuelto de el—resuelve, aunque no sé cómo demonios se escribe, anoto como suena—. Es por eso, mi querida Sol, que un fiscal se lo tiene que pensar muy bien antes de proceder con una acusación, si no se tiene las pruebas necesarias, tiene una alta probabilidad de perder el juicio. Vale más esperar y asegurarse.

Mueve el bolígrafo desechando todo lo que se me cruce por la cabeza en la hoja. Repito la respuesta de Andrea, añado un comentario y subrayo el título con líneas irregulares.

—Pero, sí años después se consiguen pruebas sustanciales, ¿no se podría reabrir el caso?

Un toque la puerta da por finalizada la explicación. Andrea da la voz para que pase, levanto la cabeza lo justo para confirmar que se trata de Bobby, el seguridad del edificio.

—Paquete para la señorita Herrera—anuncia, asomando la cabeza por la hendidura, derrochando su acostumbrada jovialidad.

Mi corazón pega una voltereta impaciente, conociendo lo que eso significa. Le hago una seña para que se acerque, en sus manos reposa un sobre y una caja blanca adornada por un lazo azul grisáceo de siempre.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora