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Isis intuía que algo ocurría, esas miradas sospechosas de ceño fruncido y labios torcidos no me pasaban desapercibidas. La mañana siguiente de dejar la casa de Eros, me levanté a desayunar con el aspecto y ánimo de un alma en pena. Le dije que la menstruación me bajó antes de tiempo, por supuesto, siempre es una buena idea mentirle a tu madre ginecóloga sobre esos temas, jamás se daría cuenta.

Fingió creerme y lo pasó por alto, hasta que esa misma tarde luego de visitar el corazón de la ciudad, con los pies hinchados de caminar y el frío perenne arraigado a los huesos, cuando me encontraba en mi habitación teniendo una rabieta en privado porque Eros no se preocupó ni siquiera en llamarme, el primer ramo de rosas blancas y rosadas junto a una bolsa de regalo llegó.

Quise ocultar lo que había pasado, le huí a los cuestionamientos, lo intenté con todas mis fuerzas, esa fachada de altanería se desplomó al leer la primera línea de la nota en medio de las rosas; las emocionas me ganaron y acabe batiéndolo contra el piso, a los pies de Isis, que se quedó con la grosería a medio camino porque me encerré en la habitación, donde leí:

'Me ofreces tu risa,            

Desafinada, afónica o el susurro de una eufonía, el sonido de tu felicidad encabeza los puestos de mis melodías favoritas.'

Pd: que hice no se arregla con flores ni con un simple perdóname, pero por favor, no me arrebates la oportunidad de intentarlo.

Pd2: conseguí este libro con mil chistes malos, de esos que te gustan tanto, para que rías hasta que te duela el estómago.

Miraba el papel con su firma bajo las iniciales como si esperase que me saliera fuego de los ojos y la incinerara. Escondí la bolsa en el clóset y salí como si nada hubiese pasado, con la pretensión de regalar el ramo, pero mamá ya tenía preparada la jarra con agua dónde las metió y ahora son parte de la decoración de la casa.

Esa tarde pensé, analicé y divagué mis sentimientos, ¿podría perdonarle? Por supuesto, ese no era el problema, lo era que ya no confío en lo que salga de su boca o lo que escriban sus dedos, me era difícil imaginar volver a lo que fuimos hace dos días, la incertidumbre de saber si miente o no seguiría ahí, siempre presente.

Ese día Isis me exigió que dejara de comportarme como una malcriada y que le contara qué había pasado. No pude. Lo mentí, le dije que habíamos tenido una discrepancia respecto a Hera, porque él no apoya su relación inexistente y yo sí.

Me creyó. O eso es lo que me hizo creer ella a mí.

El segundo día, antes de salir a pasear por allí, otro ramo, este de rosas lilas y amarillas junto a otra bolsa de regalo, apareció frente a mi puerta.

'Me ofreces tu mirada, y el gusto de tener, tus ojos favoritos.

Odio decirte esto (no tanto) pero no te das cuenta de mi tremendo gusto por tus preciosos ojos curiosos, porque te la pasas embelesada por los míos.'

Pd: ¿En Venezuela existe una comunidad alemana y no me lo dijiste?

Pd2: te mando anteojos con forma de corazón, porque así se te miran cuando soy el centro de tu atención.'

Es un egocéntrico con razón. Escondí las gafas dentro de la bolsa con el libro.

Isis lo tomó como un gesto de cariño tan bonito que llegó a enternecerla. Me reservé las ganas de hacer lo mismo con ese que con el anterior, pude controlarme. Ese forma parte del inmobiliario de la cocina.

Al día siguiente, uno con rosas blancas y azules me recibió en el comedor. Enseguida busqué la nota dentro.

'Puedo mencionar todo lo que tus manos sedosas me ofrecen, pero deseo mantener estas confesiones a raya de lo impuro.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora