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No editado.

—Bien, chicos con esto terminamos la clase del día —anunció Emmet apurándose en ir a guardar todas sus pertenencias para partir lo más pronto posible.

—El profesor Park estaba de buen genio hoy ¿no? —Escuchó que uno de sus alumnos le preguntaba al otro mientras se encaminaban a la salida del salón y una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar la causa de su buen ánimo que al parecer tenía nombre y apellido.

Se empinó el tarro térmico para terminarse el café, pero se atragantó con la bebida cuando escuchó la respuesta del otro estudiante.

—Ha de ser que folló.

La tos de Emmet se escuchó por todo el salón llamando la atención de los alumnos que quedaban, quienes lo observaron sin pudor alguno, mientras que los dos que causaron su vergüenza soltaron a reír tras darse cuenta de que su profesor los había escuchado. El asiático debatió si debería o no llamarle la atención a los dos jóvenes que estaban a punto de cruzar el umbral de la puerta, pero una mirada al reloj en su muñeca bastó para sacarlo casi que corriendo del aula de clases.

Había quedado de recoger a Sophie en su apartamento para que cenaran juntos y debía ir al supermercado para comprar los ingredientes de lo que comerían antes de ir por ella, y se le haría tarde si no se apuraba.

Le lanzó una mirada fulminante al par que se reía y se encaminó al parqueadero acelerando el paso cuando las ganas de volver a ver a Sophie lo abordaron. Desde que la había dejado en su casa junto con su mejor amiga él no había podido dejar de pensar en ella, todos sus pensamientos se basaban en la mujer que lo tenía enamorado desde hacía meses, y el saber que algo había pasado entre los dos encendió una llamarada de esperanza que con cada día que pasaba se hacía más y más fuerte.

Esperaba poder aprovechar la oportunidad para esclarecer las cosas, pues él en verdad necesitaba saber si todo lo que había acontecido cambiaría o no su relación. En ese momento más que nunca necesitaba saber si podía contar con Sophie, si ella entraría a su vida dispuesta a quedarse aceptándolo a él y a su hija, o si definitivamente estaba perdiendo su tiempo con alguien que no valía la pena.

Mientras acomodaba los vegetales en el carrito de compras recordó todos los momentos que vivió junto a ella y algo dentro de él le gritaba que Sophie era la correcta. Ella era la única persona que parecía tratar a su hija como si fuera suya, era la primera en hacerlo sentir mariposas en el estómago y era con quien deseaba poder estar cada instante.

Una vez terminó de hacer las compras guardó todo en el baúl de su auto y fue a recoger a la mujer de ojos azules a quien tanto ansiaba ver.

Subió el volumen de la radio y tarareó la canción al tiempo que sus dedos tamborileaban sobre el volante del auto, tenía los ánimos a mil y el que estuviera a punto de ver a Sophie lo ponía más contento que nunca.