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No editado

Sophie revolvía la masa para panqueques en un bol de plástico y una sonrisa se tomó sus labios cuando le lanzó una mirada a la caja de chispas de chocolate que tenía planeada agregar a la mezcla por petición de Rebecca.

—¿Sabes qué acabo de recordar, cariño? —La pregunta de Linda, quien se encontraba exprimiendo las naranjas para el jugo, hizo que Sophie diera un pequeño respingo.

—Hace días, en el hospital. Creo que nunca le di las gracias a tu papá por ofrecerse en ayudarnos. Dime, mi niña, ¿sabes de algún postre que le guste? ¿Alguna comida que pueda hacer como gesto de agradecimiento?

Las palabras trajeron una nueva sonrisa al rostro de la rusa que detuvo todos sus movimientos y se giró para mirar a Linda.

—No tienes nada que agradecer. Él sabe lo mucho que Emmet importa para mí —arguyó volviendo a concentrarse en revolver la mezcla.

Escuchó que Linda caminó hacia ella y se llevó una gran sorpresa cuando de la nada, dos finos brazos se envolvieron alrededor de ella.

—Sabes que no tienes que hacer esto, y sólo por eso te adoro mil veces más —murmuró Linda en tanto sus brazos apretaron su agarre en torno a su cintura.

Cuando Sophie la miró con un gesto confundido, ella siguió hablando.

—El que estés aquí —aclaró—, ayudándome a preparar el desayuno para mi nieta mientras mi hijo está trabajando. El que dejes de lado tus prioridades y hayas cambiado tus planes con el fin de estar junto a Emmet en tiempos difíciles es algo que jamás podré agradecerte los suficiente —dijo y por la forma en que su tono se engrosó, Sophie supo que Linda estaba al borde del llanto.

Dejando salir un corto suspiro, la rubia dejó el bol y la cuchara que estaba usando sobre la mesa y envolvió sus brazos en torno a la delgada espalda de la madre de su novio.

Un tumulto de sensaciones de todos los calibres y tipos se asentaron en su pecho estrujándolo de manera casi dolorosa. Sin embargo, en cuanto lo percibió, su atención se tornó hacía el leve olor a naranja que desprendían las manos de Linda, distrayéndola de cualquier sentimiento que pudo estar sintiendo.

—Uhhh —balbuceó confundida al tiempo que se separó del abrazo con algo de brusquedad.

Linda la observó, evidentemente confundida y estuvo a punto de formular una pregunta cuando Sophie sintió una arcada que la mandó corriendo al baño.

Sintió un atisbo de alivió mezclándose con la horrible sensación en su estomago cuando abrió la puerta del baño y se inclinó sobre el retrete, vomitando por la que sentía era la milésima vez en el mes.

—¡Santo cielo, Sophie! —La preocupada voz de Linda irrumpió en el baño, perdiéndose entre los sonidos de las arcadas que la dejaron arrodillada, aferrándose al inodoro y con lágrimas escurriéndose por sus mejillas.