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No editado.

A pesar de que acababa de gastar más de quinientos dólares en las cunas para los bebés y casi mil en el coche doble y otras cosas de las que se antojó Sophie, Emmet no juró que no podría sentirse mejor

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A pesar de que acababa de gastar más de quinientos dólares en las cunas para los bebés y casi mil en el coche doble y otras cosas de las que se antojó Sophie, Emmet no juró que no podría sentirse mejor.

Los síntomas que había tenido los primeros días después de recibir su segunda ronda de quimioterapia se habían esfumado junto con la noticia de los mellizos. Lo único que amenazaba con desmoronar su buen humor eran las palabras de Elena que no paraban de repetirse una y otra vez en su cabeza.

—¿Crees que debería llamar a Elena? No me gustó lo que dijo antes de irse la vez pasada, ella tiene que entender que no puedo dejar a mi hija bajo su cuidado si no la está tratando bien.

Sophie, que hasta el momento se había mantenido callada mientras acariciaba su vientre de cuatro meses, levantó su cabeza del pecho del hombre para mirarlo. Sus cejas se elevaron ligeramente y sus dientes se encajaron en la carne de su labio inferior.

—No lo sé, cariño. No creo que sea tan descarada como para pedir la custodia. Además, nosotros tenemos las de ganar, yo le tomé las fotos al brazo de Becca y ella misma nos ha pedido que no la dejemos con su mamá en repetidas ocasiones. Es claro que no es lo suficientemente competente como para cuidar de Becca por sí misma.

Las palabras de Sophie alivianaron la tensión de sus hombros, pero justo en ese momento, como si lo hubiesen invocado, le llegó un mensaje de Mason. Su mejor amigo y abogado personal acababa de recibir una llamada de la abogada de Elena con una fecha y hora para la audiencia en que se debatiría la custodia legal de Becca.

El rostro de Emmet palideció, su estómago se revolvió dolorosamente y el reflujo amenazó con hacerlo devolver el desayuno. Como si se tratase de una cuestión de vida o muerte (para Emmet, lo era), el hombre se levantó de la cama, tomó su celular y escribió el nombre de la mujer que lo atormentaba.

Sintió la penetrante mirada de Sophie observando cada uno de sus movimientos, podía jurar que su corazón dejaría de latir en cualquier momento. Sus extremidades se sentían frías y su mente era un desastre de pensamientos rotos e inseguridades banales que muy seguramente lo harían decir puras tonterías, pero aún así, inició la llamada. 

—Esperaba oír de ti. Me alegra que hayas decidido contactarme tan pronto —escuchar la voz de Elena lo hizo querer arrancarse los tímpanos. De verdad que no la soportaba.

Emmet tragó grueso, su garganta se sentía como el árido suelo de Arizona en un día de verano y su cabeza dolió cuando intentó formar las palabras que quiso decir.

—Me temo que no puedo decir lo mismo de ti. Ahora, dime por qué quieres la custodia de una niña que no quisiste cuando nació y a la cual maltrataste cuando tuviste la oportunidad de entrar en su vida.

La línea se queda en silencio por un agonizante segundo en el que a Emmet le hirvió la sangre.

—Es mi hija. Tengo todo el derecho de querer su custodia —zanjó la mujer. Su respuesta era vaga, Emmet estaba seguro de que había algo más detrás de su repentina llegada y un sinsabor se asentó en su boca al imaginar las mil y una razones que se le cruzaron por la mente.

Before You Go © |+18| [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora