Capítulo 1.

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Editado 12/08/23

El agudo sonido del timbre que resonó por la sala la hizo dar un pequeño brinco

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El agudo sonido del timbre que resonó por la sala la hizo dar un pequeño brinco. Sophie observó su reloj de muñeca mientras se dirigía a la puerta y sintió una inmensa gratitud hacia las personas puntuales. Estaba segura de que si se hubiesen tardado un minuto más habría perdido la cabeza.

Plasmó una sonrisa en su rostro y abrió la puerta para saludar al pequeño que estaba agarrado fuertemente de la mano de su mamá.

—Hola, Matt. —El saludo le salió en un tono ligeramente más agudo de lo normal a causa de los nervios.

Se agachó para saludar al niño, y la señora Kennedy se apresuró en tomar su mano al ver que su hijo no parecía querer moverse del escondite detrás de su falda.

—Hola Sophie, discúlpalo. Mi Matty es un poco tímido —explicó con una sonrisa tranquila que le subió los ánimos a Sophie.

Ella le aseguró que no había problema y abrió la puerta invitándolos a entrar.

—Pueden sentarse donde quieran —ofreció adentrándose en la sala.

La señora Kennedy guió a su hijo hasta uno de los sofás con vista a la calle y se sentó observando detenidamente cada esquina de la sala como si estuviese evaluando el lugar.

—Tienes un bonito departamento —felicitó al cabo de un rato con una sonrisa aprobatoria.

El comentario, aunque tuviese la intención de ser halagador, trajo una oleada de lágrimas a los ojos de Sophie, pues su mamá la había ayudado a escoger la decoración. El recuerdo de su adorada madre parada en la mitad de la sala con los ojos brillantes y el rostro iluminado por el sol de un atardecer causó que una tristeza inmensurable abordara su dolido corazón.

Sophie cerró los ojos con fuerza y se recordó a sí misma que no había marcha atrás. Su mamá ya había sucumbido ante las secuelas de la enfermedad y ahora estaba en el cielo cuidando de ella y su familia.

—Muchas gracias —dijo con premura al notar la expresión curiosa de la mujer quien obviamente se había percatado de su inusual reacción.

Colocó ambas manos en los bolsillos traseros de sus jeans y le ofreció una sonrisa al pequeño niño que no podía despegar la mirada del enorme piano de cola que yacía solitario en una esquina al lado de la ventana.

—¿Por qué no vas a mirar el piano de cerca con tu mamá mientras traigo unas partituras para qué empecemos? —Sugirió ganándose la atención del niño.

Instantáneamente sus ojos se iluminaron y Sophie adoró el brillo que adquirió su mirada curiosa.

Mientras rebuscaba el libro con la recopilación de partituras y calentamientos para principiantes, Sophie pensaba en la belleza de la inocencia de un infante. Le parecía hermosa la facilidad con que se podía hacer feliz a un niño, un simple avión de papel podía arrancar la sonrisa más hermosa de cualquier pequeño. Daría lo que fuera por volver a sus años de infancia, por revivir cada pequeño instante lleno de risas y alegría junto a sus dos padres y sus hermanas bebés para atesorarlos como era debido.

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