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Editado 17/04/22

Había pasado una semana desde la noche en que tuvo un ataque de ansiedad después de su discusión con Emmet.

Sophie, siéndole fiel a su naturaleza de sobre pensar todo, le había dado un montón de vueltas a los hechos que transcurrieron aquella noche. Se había dado cuenta de que quizás no abordó la situación de la mejor manera, pero, por otro lado estaba su ansiedad a raíz del trauma que le dejó su relación con Christian. Se había dejado llevar por los malos recuerdos de los abusos a los que fue sometida, y ello le jugó una mala pasada a la hora de afrontar a Emmet, quien por alguna razón que Sophie no podía comprender se había visto realmente afectado por su negativa.

Por otro lado, también estaba Liam, a quien había llamado en medio de su ataque de pánico y sin estar consciente de sus acciones accedió a algo a lo que quizás no estaba dispuesta. Inmediatamente después de colgar la llamada, Sophie había caído en la cuenta de su error, pero estaba demasiado apenada con Liam y por ello llevaba toda la semana posponiendo la muy necesaria llamada que debía hacer para cancelar su asistencia a la dichosa gira.

Mientras seguía pensando acerca de los problemas que le causaba su inexistente vida amorosa, Sophie se estaba arreglando para ir al concurso de Becca, el cual se llevaría a cabo dentro de poco, y ello le estaba causando un horrible dolor de cabeza, pues estaba consciente de que inevitablemente tendría que ver a Emmet dentro de poco tiempo.

La mujer terminó de delinear sus ojos con un lápiz negro, se untó un poco de labial rojo carmesí y con una última mirada rápida hacía el espejo para asegurarse de que todo estuviera en su lugar, salió de su apartamento.

El concurso comenzaría en un poco más de hora, pero quería llegar temprano para alcanzar a ver a Becca antes de que tuviera que ir a los camerinos. La niña estaba extremadamente ansiosa por tener que presentarse frente al público por primera vez en la vida, y Sophie planeaba estar con ella para calmarla, pues si había alguien que entendiera el temor de la pequeña era ella misma.

Como era de esperarse, apenas salió del auto se dio cuenta de que sólo habían llegado un par de personas y en su mayoría se trataba de concursantes, pues logró divisar un pequeño grupo de niños con traje de gala haciendo fila en la recepción del teatro para que les pudieran la pegatina con su número participante.

Inmediatamente, un recuerdo de su propia infancia la abordó y una sonrisa llena de nostalgia se apropió de su rostro al recordar lo emocionada que se ponía su mamá cada que la enlistaba en algún concurso de piano o patinaje, hobbies que siempre habían sido impulsados por la mujer que le dio la vida.

Sophie fue traída a la realidad abruptamente al sentir un fuerte impulso de alguien lanzándose contra sus piernas envolviéndolas en un abrazo.

—¡Soph! —Exclamó emocionada la pequeña vocecita de su estudiante prodigio.

La rubia se agachó hasta quedar a la altura de la niña para poder alzarla entre sus brazos y saludarla con un beso en cada mejilla haciendo que la pequeña soltara una risotada que como siempre, le hinchó el corazón de amor.