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Dos Años atrás. Granada, España. El comienzo.

¿Te gusta cantar y bailar?
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¿Te imaginas si vamos? 

—Guillermo, hablas pura mamada. —me río recogiendo los platos sucios de la mesa.— Sigue trabajando y no digas pendejadas.

—Pero, es que me gusta cantar y bailar.

—Yo sé. —limpio la mesa y acomodo las sillas.— Pero no van a darnos permiso, a ti tal vez pero a mí no.

—Ya tengo la solución. —asegura abriendo la puerta para mi.— Ya estoy inscrito y también tengo mi turno para la audición que se hará mañana a medio día. Jennifer y Saskia nos van a cubrir y tomaremos su turno del sábado.

—¿Por qué siempre haces planes sin primero consultarme?

—Es más divertido así. —se defiende.— ¿Vamos?

Ruedo los ojos dejando la bandeja llena de platos en el fregadero. Me cruzo de brazos.

—¿Tengo opción?

Su sonrisa me hace reír. Guillermo es extrañamente comestible. Lo amo.

Nos conocimos hace como siete años, cuando yo llegué a España con mis abuelos, no estaba atravesando mi mejor momento, como siempre, y él se encargó de hacerme reír mientras me aseguraba que la vida no es tan mala con amigos cerca.

Siempre me ayudó, y poco a poco, mi vida dejó de ser tan miserable. Inclusive tuve el valor de contarle mis más dolorosos secretos. Y él escuchó, me comprendió y prometió que mientras él viva, yo nunca iba a estar sola.

Nunca...

Me llevo muy bien con su familia, y he de admitir que su manera de ver la vida, ha cambiado mucho la mía. Aunque no todo sea perfecto y mis inseguridades sigan ahí...

Pero supongo que no todo es como lo deseas. Por feliz que seas, siempre existe ese huequito que te duele profundamente.

Nuestra jornada de trabajo finaliza y salimos del lugar, afortunadamente no nos toca cerrar hoy o tardaríamos más.

—Estoy ansioso por la audición de mañana, ¿vienes a casa y ensayas la canción conmigo?

—Pero me vas a dejar en la puerta de la mía después. —prácticamente ordeno. Asiente.— Bien, entonces vamos.

—Mamá dijo que esta noche cenaríamos tu comida favorita, vas a estar muy feliz en casa. Porque como siempre, te quieren más a ti.

—Soy una niña buena. —presumo entrelazando su brazo con el mío.— Entonces... ¿Nerviosito?

—No, confío en mi potencial.

Una carcajada brota de mis labios, apoyo mi cabeza en su hombro mientras caminamos y le cuento acerca de todo lo que vamos a hacer cuando las vacaciones acaben. Nos falta todavía un mes y un poco más.

Evidentemente vamos a dejar de trabajar, la universidad me consume mucho tiempo.

Pero el dinero recaudado en los trabajos de las vacaciones es suficiente para ser un apoyo para nuestras familias. No es mucho, pero es puro trabajo honesto.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora