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Estoy enamorado de ti...

Díganme por favor he no acaba de decir eso justo aquí.

¿Pero qué le pasa? ¿Se cree flash o algo por el estilo?

¿Enamorado? No puede estar enamorado. No he hecho nada para que se enamore.

Oh Dios mío, ahora estoy hiperventilando.

Desvío mi mirada de él y la centro en Guillermo que está parado en el filo del escenario bebiendo agua. Con disimulo hago mi señal de emergencia y él me mira alarmado.

Solo hago esa señal cuando algo malo me pasa y sabe he tiene que hacer algo para sacarme del lugar de inmediato.

Lo veo mirar a todos lados, me hace una señal de muerte, toma una bocanada de aire y a continuación grita por un inexistente dolor en el pecho.

De inmediato me muevo hacia él ignorando completamente a Ruggero.

—¿Estás bien? —le pregunta Agustín. Me siento junto a Guillermo en el piso.— ¿Debería llamar una ambulancia?

—No, muchas gracias. —sonrío.— Yo me encargo.

—¿Están seguros? Creo que es mejor que llame una ambulancia. —dice Carla preocupada.

—No, en serio está bien.

Guillermo sigue dentro de su papel de enfermo dolorido, me pongo de pie y tomo sus cosas antes de caminar hacia él extendiéndole mi mano.

No damos explicaciones de absolutamente nada, solo caminamos a la salida y cuando estamos lejos de su campo de visión, comienzo a correr, Guillermo me sigue.

—¿Qué mierda fue eso, Karol? Ahora deben pensar que me dio un infarto. —se queja sin dejar de correr.— Explícame qué pasa.

—Está enamorado de mí.

Se detiene, impresionado me mira y muerdo mi uña angustiada. Mierda, ya la rompí.

Molesta lanzo mi uña rota al piso recordándome mentalmente irme a poner una extensión. Guillermo me toma de los hombros.

—¿Enamorado? —asiento.— Vaya, eso fue rápido.

—Más que rápido, ha sido molesto.

—¿No sientes lo mismo acaso?

Niego de inmediato.

Es obvio que no siento lo mismo, ¿cómo voy a sentir lo mismo? No jodan.

—¿Cómo voy a estar enamorada, Guillermo? O sea sí, me trata bonito, y se siente bien. Me gusta que me haga todo eso que me hace y que me trate bonito pero no. —niego con repele.— Se supone que somos amigos y eso de novios es una puta broma.

—Karol. —me reprende. Suspiro profundo.— No le amo, maldita sea. No puedo amarle.

—Entiendo.

—No, no entiendes.

Lloriqueo. Probablemente ahora Guille piense que es porque tengo miedo por lo de mis padres y así. Y en parte sí, pero muy aparte de todo, es porque odio los títulos.

Mierda, solo quiero ser libre y feliz, no hay por qué apresurarse a nada. Solo hay que vivir la vida.

¿Es lo que hay, no?

Quiero seguir conociéndome.

—¿Qué sientes por él, Karol?

—¿Había que sentir?

—¡Karol!

—Ay, yo que iba a saber. —hago un mohín.— Pues sentir, lo que se dice sentir, no siento ni mierda.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora