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Dos y cincuenta y siete, el timbre suena y el caos en la casa me hace reír mientras camino hacia esta dispuesta a abrirla. De inmediato veo a mi amigo y a su novia frente a esta.

Pero no me detengo a saludar pues Agustín grita desde atrás que necesita un baño y termina entrando al lugar.

Esquiva a todo el que se le cruza por el camino y corre hacia el baño de visitas de aquí abajo. Maxi se ríe asegurando que es un idiota y finalmente los cinco entran.

Saludo a todos con un beso en la mejilla, incluido Ruggero que especialmente hoy se ve muy guapo.

Lleva puesto un pantalón de vestir formal, camisa blanca con los tres primero botones sueltos y las mangas recogidas hasta los codos. Gafas oscuras, zapatos casuales y su cabello perfectamente despeinado. Además de que ya se puede ver el reflejo de su barba creciendo otra vez y se ve sexy así.

—Gracias por venir. —le digo a Maxi.— Pero tengo dos observaciones.

—Escucho.

—No tenía que ser un regalo tan grande. —señalo la caja que empuja con su pie.— Y tú, Agustín, Carla y Nicole podían venir a las siete, solo cité a Guille y a Ruggero para que hagan más que fastidiarme la vida.

—Bueno, no importa. Mientras más rápido ayudemos a arreglar todo, más rápido comienza la fiesta. —simplifica él.— ¿En qué te ayudamos?

—Bueno, ahora mismo...

—Karol, no te veo terminando de hornear los pastelillos. —mamá baja de las habitaciones haciendo sonar sus tacones. Suspiro.

—¿Y por qué Sally o tu otra hija no lo hacen?

—No me hagas responderte esa pregunta a mi manera, majadera.

—Déjalo, ya está. —Guillermo interrumpe mi respuesta.— Es el cumple de tu abuela, piensa en eso.

Le miro, me cuesta callarme pero mordiéndome la lengua asiento. Ella quiere que yo pierda el control.

Pero no lo va a lograr. No hoy.

Guío a Carla, Nicole y Maxi al jardín donde la carpa ya está puesta pero no decorada. Ellos comprenden el estilo que quiero alcanzar y sin perder el tiempo, se ponen manos a la obra.

De inmediato yo regreso a la cocina.

Hay gente aquí, pero la mayoría se está arreglando para la fiesta. Y lo más esencial, los abuelos fuera de casa.

La abuela piensa que hoy vamos a cenar en familia, nada más. Pero en realidad estamos preparando una fiesta sorpresa para ella, con toda su familia, sus amigas del club de tejido y vecinas.

Será increíble.

Hago que Ruggero me ayude con la masa de los pastelillos y que Guillermo los decore. Mientras tanto yo alisto la bendita fuente de chocolate que compré en Internet pero que sabrá Dios como se usa.

—¿Por qué no te haz vestido todavía?

La pregunta de Guillermo me hace reír mientras señalo todo esto.

—He estado muy ocupada desde que desperté como ves.

—Pero ya estamos aquí. —interrumpe Agustín entrando a la cocina.— ¿De qué me perdí? ¿Qué hacemos?

—Ayuda a los demás afuera. —sugiere Ruggero.— Nosotros nos hacemos cargo de la cocina y Karol...

—Karol, abre tu habitación, quiero tu perfume. —Sally entra a la cocina. Enarco una ceja.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora