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Maldito insomnio y malditos sean todos.

Mis ojos están rojos e hinchados, mi cabeza duele y todos mis sentidos alocados. Maldita mierda de la existencia.

Maldita ventana que me jode la existencia. Debería cerrarla, odio mi vida.

Son las tres y cinco de la mañana y yo estoy sentada en la cama viendo hacia la ventana mientras mi mente viaja a todas esas veces en las que cierto italiano de veinticinco años atravesaba esa puerta para dormir conmigo.

Resoplo, miro el techo y sorbo mi nariz.

¿Qué se supone que vamos a hacer?

¿Por qué terminamos incluidos en esta mierda?

No quiero afectar a mi mejor amigo, no quiero destruir sus sueños. Pero tampoco quiero que Ruggero deje de vivir el suyo.

Ay, Dios...

Mi teléfono vibra sobre la mesita de noche. Lo tomo y sorbo mi nariz al ver que es Carla.

¿También tiene insomnio a esta hora?

No tardo nada en contestar y pronto somos cuatro en la videollamada grupal. Busco mis audífonos antes de encender la luz de mi lámpara.

—¿Me explican por qué Guillermo acaba de cancelar el sábado en el parque acuático? —pregunta Carla.

—Mierda, ¿me despiertan por un maldito parque acuático?

—Eso mismo. —gruñe Nicole.— ¿Por qué lloras, Karol?

—Ay, no me digas que discutieron.

Niego, intento hablar pero ahora mismo soy un cúmulo de emociones negativas.

¿Qué iba a saber yo que acompañar a mi mejor amigo a una audición me llevaría a una mierda insuperable?

Odio mi vida, odio a ese maldito productor que... Que...

¡Maldita sea!

—Guillermo también está súper bajoneado, discutieron. —insiste Carla.

—Sus peleas son intensas, pero nunca a este punto. ¿Que pasó? Ayer en la universidad estaban bien.

—Es que el jueves Guillermo tuvo una reunión con un productor. —logro explicar.

—Ah, entonces están felices.

—Ojalá. —sollozo.— Es que ese productor le enseñó a Guillermo un contrato.

—¿Qué tiene de malo un contrato? Dios, no me digas que firmó sin leer o al menos pensar.

—No, ese contrato estaba firmado por Ruggero.

—Cada vez entiendo menos.

—Es que, cuando aún estábamos juntos, Ruggero me dio un cuaderno con todas las letras de sus canciones. —trago saliva.— Y el productor ese, le enseñó Guillermo el contrato que Ruggero firmó en donde básicamente cedió todos los derechos de autor de todas esas letras que se supone que deberían estar en el álbum que ahora ya no va a poder sacar porque ya no son suyas.

—¿Qué tiene que ver Guillermo con esto?

—Le están ofreciendo sacar su carrera solista para hundir la de Ruggero. Y yo... Yo no quiero que... Maldita sea.

—Guillermo no haría eso. —dice Carla.— Ha trabajado mucho, él no va a aceptar una propuesta para hundir una carrera.

—Ese es el problema, él no quiere aceptar, pero si no acepta, entonces yo tengo que entregar el cuaderno de las canciones y no sé qué pasa pero estoy segura de que de ninguna manera Ruggero cedió los derechos de sus canciones.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora