41

430 98 55
                                    

Dos meses después.

“No sé cómo explicarte esto, amor. No entiendo cómo llegaste tan de repente y me hiciste tan feliz. Convertiste mis días malos en buenos, tú sonrisa me cambió la vida entero y ahora sé que eres definitivamente lo mejor que me ha pasado. El poder celebrar un año más a tu lado me convierte en la persona más afortunada de este mundo. TE AMO como nunca creí que amaría y mi único deseo es que lo nuestro dure para siempre”

Reviento la bomba de mi chicle. Guillermo me quita el teléfono de la mano y lo pone lejos de mi alcance.

—Linda nota. —musito y él sonríe.

—¿Por qué no estás llorando?

—Porque no tiene sentido tal vez. —suelto una risita.— Ruggero murió para mí el día que dejó marcas en mi cuello y en mis muñecas. Murió en el momento en el que me dijo mentirosa, manipuladora e hipócrita.

—Aún no entiendo por qué.

—Estaba drogado. —me limito a decir.— Pero bueno, qué se le puede hacer.

Él asiente, sigue mirando su hoja con la letra de su canción casi completa. Y aunque la canción es preciosa, he de admitir que el pendejo se pasa.

Al parecer no ha olvidado la tensión sexual que siente para con Nicole. Y bueno, el resto ya es historia...

El chiste es que esa canción está inspirada en una mujer pelinegra de sonrisa perfecta, curvas excitantes y una capacidad increíble para seducir. Por poquito y le pone Nicole a la canción.

—Estoy ansioso, en una semana se lanza mi primera canción y es increíble porque he estado trabajando mucho en esto.

—¿Tanto como en esa canción? —señalo la hoja.— Vaya, sí que te ha golpeado fuerte. ¿Hay algo que yo no sé acaso?

—Por supuesto que no. Tú lo sabes todo, así como yo lo sé todo de ti. —entrecierra los ojos.— Porque lo sé todo, ¿verdad?

—Este... ¡Que buena rima, amigo! ¿Ya pensaste en el ritmo de la canción?

—Karol...

Cierro los ojos y suspiro profundo mientras asiento. Si hay algo que debo contarle.

Y sé que va a reaccionar como el típico hermano mayor así que por eso exactamente no le dije.

—Pero jurame que no vas a reaccionar mal. —asiente. Suspiro.— Andrés y yo tuvimos sexo.

—Le mataré.

—Lo juraste.

—¿Me hiciste jurar que no mataría al pendejo?

—Te odio. —gruño escondiendo mi rostro en la almohada.— Dios mío, que mala suerte me cargo.

—¿Qué más pasó? Es obvio que hay algo más.

—No me baja desde hace un mes y medio.

—¡Karol!

Lloriqueo mirando el techo.

No quiero un bebé, esas cosas no son de Dios. Me voy a ir al infierno por estar teniendo hijos fuera del matrimonio.

—¿Le dijiste a Andrés?

—¿Por qué crees que no me habla? De hecho dejó de hablarme cuando obtuvo lo que quiso.

—Le voy a matar. —repite.— Y a ti, inconsciente.

—¡Ya, Guillermo! Ahora necesito ayuda, porque si es real lo del bebé tendré que ser una madre soltera genial. Voy a cambiar las cervezas por los biberones, los viernes de fiesta por cambiar pañales... Ay, ¿por qué a mi, Pancracio?

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora