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Tengo la música en un alto volumen, mi habitación está brillando de limpia y me aseguro de que así se mantenga por el bienestar colectivo. Haber vuelto no fue nada fácil.

Es que no lo entiendo, mi vida está siendo tan extraña desde hace un tiempo, es como si sintiera que he dejado de vivirla y ahora alguien más lo hace por mi. Es una mierda.

No siento que correspondo, y quizá no se trate solamente de esta mierda de la presión que siento por todo el caos que llegó a mi vida tan de repente. Se trata de mí en su totalidad.

Siempre he estado vacía, esa no es una novedad. Pero es que siento que algo más fuerte va a suceder. Algo está sucediendo conmigo.

Me siento asfixiada en cualquier lugar al que voy. Intento mantener mi vida en orden pero no funciona.

Nunca funciona.

Y menos va a funcionar ahora que estoy de vuelta en Granada. Intento disfrutar de la compañía de mis primas.

Solo intento sentirme segura y feliz, pero no es posible porque si intento quedarme en casa, tengo a mamá aquí siendo tan déspota como siempre.

Y si intento salir, de alguna manera termino coincidiendo con Ruggero.

Y no, no es una casualidad, es que siempre su mujer intenta que nos encontremos y es tedioso. Me duele y me pone celosa en proporciones iguales.

Intento superarlo, intento ser una valiente mujer que se levanta, sonríe, arregla su maquillaje y sale a comer y bailar con sus amigas. Pero hay dos factores importantes.

El primero, no tengo amigas, y el segundo...

¡Evidentemente no estoy bien!

Abrumada por lo que estoy sintiendo, me siento en la cama y miro el techo intentando calmarme. Esto va a pasar, voy a estar bien.

La puerta se abre, me incorporo mirando a la intrusa. Montse deja las galletas sobre la mesa y se sienta en la silla.

Desvío la mirada de ella.

—¿Qué sucede?

—Nada, sólo estoy un poco cansada de tanto limpiar. —me justifico.

—¿Es por lo que vimos ayer?

—¿Qué vimos ayer?

Estoy fingiendo demencia, pero al parecer finjo mal porque ella sonríe y se pone de pie abrazándome de sorpresa.

Cierro los ojos y trago saliva. Me repito mentalmente que llorar está demás pero aunque intento controlarme, la primera lagrima rueda y detrás de esta vienen muchas más.

Termino llorando en silencio, Montse se aleja y me sonríe antes de tomar mis manos.

—No sé lo que haya pasado, pero seguramente, él no merece tus lágrimas.

—Soy yo la que no merece nada de él. —susurro.— Soy yo la que arruinó todo.

—Oh vamos. —limpia mis lágrimas y dibuja una sonrisa en su rostro.— Mi primita definitivamente no hizo nada.

—Lo arruiné todo, siempre lo hago.

—¿Quieres hablarlo? Sabes que siempre estaré contigo.

—Si te cuento me vas a odiar.

—Nunca te voy a odiar, te quiero mucho. —asegura y yo bajo la mirada a mis manos.

—Es que, ignorando la situación esa en la que yo no aprovechaba su amor y le repetía constantemente que no le amaba, yo hice algo muy malo.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora